Agradezco a la dirección de Fapol, a Sofía Guaraguara, coordinadora del evento, y a Patrick Almeida, responsable del SLP, la invitación a participar de este momento de intercambio con colegas de varios países, en el marco de la preparación del próximo ENAPOL.

Presentaré tres breves puntos en torno al actual debate sobre lo trans. Se trata de una reflexión en curso a partir de la lectura de distintos trabajos y testimonios sobre este tema.

De Europa a América, ida y vuelta

Siendo los estudios de género un producto universitario que, como notaba JAM, se elaboró en Estados Unidos pero debe mucho a Lacan y a la French theory en general, el debate sobre lo trans que pasa a un primer plano hoy en Francia (y que comenzó hace ya un tiempo en otros países del Campo freudiano) supone el cierre de un ciclo, de un periplo. Algo de las ideas psicoanalíticas aquí forjadas vuelve, después de un largo recorrido, y vuelve transformado. No deja de ser interesante para nosotros examinar estas otras elaboraciones, y ver qué nos aportan, dialogar con ellas.

Uno de los primeros puntos que este nuevo diálogo permite aclarar, es que “lo trans” es un fenómeno más amplio que el transexualismo. Como señalaba recientemente Eric Laurent[1], lo trans como paradigma abarca “toda la queerización del sexo”.

Es decir que los casos límite, como el antiguo transexualismo o, agregaría, las transiciones a una edad muy temprana, no son el único ángulo desde el cual observar la evolución de los modos de goce a la que asistimos. Esta impronta de lo queer en la sexualidad contemporánea puede incluir de manera más sutil la exploración de goces antaño no autorizados para un género dado.

Todo esto tiende a la idea de un continuum o a una “gama” de lo trans. Si agregamos a esto las demandas de despatologización que acompañan la expansión de este movimiento[2], pienso que una aproximación que atienda más al anudamiento singular de RSI para cada parlêtre que a categorías psiquiátricas, no solo permitiría una mejor captación de los fenómenos clínicos, sino que facilitaría para muchos el acercamiento a nuestra orientación.

Efectos del discurso-ambiente 

La amplia conversación sobre el género y sobre lo trans de la que estamos, desde el psicoanálisis, recién comenzando a participar, ha producido ya cambios a nivel de las prácticas médicas y de la legislación en varios países occidentales. Se trata además de un movimiento que hace su camino en las profundidades del gusto y produce poco a poco una evolución del discurso-ambiente sobre lo trans.

Es de esperar que estos cambios traigan aparejada una disminución del malestar para muchos de los sujetos concernidos. La alteración del sentimiento de la vida, de la que testimonian algunos casos graves[3], es sin duda multifactorial, pero no puede soslayarse su anudamiento con aquello que se articula en el Otro social como discurso sobre lo trans. En este sentido, nuestra intervención en este debate, desde el psicoanálisis, participa no solo de la evolución de un discurso, sino también de sus consecuencias.

De un exilio a otro

Dentro de la amplia gama de lo trans, se distinguen al menos dos niveles: el de la elección de un sujeto, singular en cada caso, y el de los discursos más o menos utópicos sobre el género (nivel universitario o teórico).

A nivel de la elección de un sujeto, de lo que se trata es de salir de una situación de exilio en un cuerpo vivido como otro, para ir hacia una nueva situación en la que el cuerpo esté en mejor adecuación con el deseo y las identificaciones.

Desde un enfoque psicoanalítico, podríamos decir que el cuerpo lleva siempre, se trate o no de un sujeto trans, una marca de alteridad. Ya en la temprana experiencia del espejo, recordemos, el cuerpo propio aparece en el campo del Otro. La cuestión es bajo qué condiciones esta alteridad se vuelve soportable, bajo qué condiciones un sujeto puede consentir a identificarse con su cuerpo. El grado de aceptación de la diferencia anatómica de los sexos tiene sin duda un rol clave en este punto.

En los discursos teóricos sobre el género y lo trans, el tema del exilio es distinto, ya que se refiere más bien a un proceso colectivo. Se trata de la exploración, a nivel ya de la civilización, de identidades y modos de goce que estarían por fuera del binarismo tradicional hombre-mujer.

Sobre este punto, pienso que el psicoanálisis, lejos de oficiar de guardián de la diferencia sexual en tanto tradición, aporta la perspectiva de un ser hablante que puede ser hombre, mujer, cis o trans, pero que está invariablemente “exiliado de la relación sexual”[4], como decía Lacan en Encore. Es decir, que hace síntoma en la esfera de la sexualidad justamente por carecer de un protocolo de género dado. Ambos discursos, entonces, si bien son lejanos el uno del otro en muchos aspectos,  confluyen al menos en la idea de un amor que, por su parte de exilio, llama a cada sujeto a la invención de algo nuevo.

Ariel Altman

Amor y Exilio: Conversación preparatoria de ENAPOL X

26/5/2021


[1] Laurent, E., “Du paradigme trans”, en Lacan Quotidien número 928 (accesible en línea: https://lacanquotidien.fr).

[2] Anna Aromí señala el carácter generalizado de esta tendencia a la despatologización de la sexualidad en una reciente contribución a este debate. Cf. Lacan Quotidien, ibid., p.60.

[3] Una secuencia de casos coordinada por C. Leguil en las últimas Jornadas del Institut de l’enfant, cuyo tema fue la sexuación en los niños, daba cuenta de esta afectación del “sentimiento de la vida”.

[4] Lacan, J., El Seminario, libro 29, Aun, texto establecido por J.-A. Miller, Buenos Aires, Paidós, 1998, p. 175 [Ed. Seuil, p. 132]