Banquetes y ayunos en los síntomas actuales

ANDREA BERGER

Universidad de Buenos Aires – EOL, AMP

bergerandrea65@gmail.com

JACQUELINE LEJBOWICZ

Universidad de Buenos Aires – EOL, AMP

jlejbowicz@gmail.com

GABRIEL RACKI

Universidad de Buenos Aires – EOL, AMP

gabrielracki1712@gmail.com

PATRICIA KARPEL

Universidad de Buenos Aires

patricia.k9600@gmail.com

RESUMEN

Este trabajo se enmarca en la elaboración colectiva que llevamos a cabo a partir de nuestras investigaciones sobre clínica contemporánea y nuevas formas de la toxicomanía desde la perspectiva de la orientación lacaniana.

Nos interesa en esta ocasión abordar la problemática de los llamados “trastornos de la alimentación: anorexias y bulimias” como formas tóxicas de consumo.

PALABRAS CLAVE: Clínica contemporánea | toxicomanía | anorexia | bulimia

Introducción

Este trabajo se enmarca en la elaboración colectiva que llevamos a cabo a partir de nuestras investigaciones sobre clínica contemporánea y nuevas formas de la toxicomanía desde la perspectiva de la orientación lacaniana.

Nos interesa en esta ocasión abordar la problemática de los llamados “trastornos de la alimentación: anorexias y bulimias” como formas tóxicas de consumo.

Entendemos que se trata de trastornos funcionales a una lógica de los goces que se articula a ciertas características de la época actual.

Hemos partido del texto freudiano “Tótem y Tabú” (Freud, 1913/1986). Especialmente nos referimos a las coordenadas que Freud resalta respecto del banquete totémico, como modo de re-actualizar el pacto que funda la ley, en contraposición con “la fiesta permanente” tal como fue planteada por F. Naparstek (Naparstek, 2009, p13). El autor plantea con esta formulación el empuje al consumo masivo y a una satisfacción total como modos propios de la época.

Nos interesa en particular precisar los “condimentos” del banquete actual y el rechazo del amor en el marco del capitalismo.  Asi como estudiar los avatares que conlleva este rechazo en la problemática de la constitución del cuerpo.

El trastorno alimentario. Antecedentes teóricos

Es Lasegue quien, en 1873 incluye la “anorexia histérica”, en un cuadro nosográfico, conformando la tríada clásica anorexia, adelgazamiento, amenorrea.

Sin embargo, los casos y textos en que Freud hace mención -implícita o explícita- a la anorexia nos permiten afirmar, que ésta no es solamente propia de la histeria.

En su Manuscrito G., vincula anorexia y melancolia, afirmando:

La neurosis alimentaria paralela a la melancolía es la anorexia. La famosa anorexia nervosa de las niñas jóvenes me parece (luego de una observación detenida) una melancolía en presencia de una sexualidad no desarrollada. La enferma indicaba no haber comido porque no tenía apetito, nada más que eso. Pérdida de apetito: en lo sexual, pérdida de libido (Freud, 1985/1979, p240-243).

En el texto “Duelo y Melancolía” (Freud, 1915/1993) plantea que el duelo suele poner en juego una particular dificultad en el acto de comer. Entre los síntomas de la melancolia, se encuentra: la repulsa al alimento.

En el historial del “Hombre de los lobos”, Freud articula el síntoma de anorexia infantil con el fantasma de ser devorado por el padre. Observamos entonces que la anorexia queda ligada a la manifestación de una regresión a cierta fijación de la organización sexual, oral o canibálistica:

Toda vez que se produce un deterioro de la pulsión de nutrición -que, desde luego, puede responder también a otras causas-, ello nos señala que el organismo no ha conseguido un dominio sobre la excitación sexual. Esto en función del (…) originario apuntalamiento de la excitación sexual en la pulsión de nutrición en la organización sexual canibálica u oral (Freud, 1917-19, pp 96-97).

En “Inhibición, Síntoma y Angustia” Freud sitúa, entre otras inhibiciones, la de la función nutricia (Freud, 1925/1992, p84).

En referencia a las inhibiciones en general encontramos dos grandes grupos:

-Limitaciones funcionales del Yo, que implican la renuncia a una función para evitar un conflicto con el Ello, orientación de la angustia ligada al goce sexual.

-Limitaciones con el fin de evitar un conflicto con el Superyó, que podemos ejemplificar con El hombre de las ratas, respecto a su manía de adelgazar.

Por otro lado, tenemos las inhibiciones generales del Yo.  En este grupo, Freud hace referencia al empobrecimiento del yo por retirada de la libido y abarca el duelo, los estados depresivos y la melancolía.

Se puede establecer un vínculo entre el duelo, la melancolía y la anorexia. La naturaleza de la identificación nos indica el porqué de la relación entre estos cuadros: Frente a la pérdida de un objeto, la identificación se pone en juego. La identificación es canibalística: Se devora porque se ama y en esta destrucción se conserva la huella que adviene al lugar de la falta. Si se presentan obstáculos en este proceso de identificación canibalística, es el objeto el que sobrevive en lo psíquico, en el lugar de su huella. Los obstáculos pueden presentarse por el conflicto de ambivalencia presente en los vínculos amorosos. Es en esta ambivalencia que se funda el rechazo a los alimentos.

¿Se trata en la anorexia de un duelo que no se termina de hacer respecto de lo que es necesario perder?

Cuando lo que se instala es una anorexia ó bulimia, el cuerpo se constituye como escenario privilegiado. En algunos casos podríamos aventurar que la sombra del objeto recae sobre el cuerpo.

M. Recalcati, en “La última cena: Anorexia y Bulimia” (Recalcati, 2004, p68) resalta en la bulimia, al cuerpo convertido en un tacho de basura, como revés del ideal anoréxico compensatorio. Plantea que se des-inviste narcisísticamente la imagen y vincula este proceso a un rechazo del Otro en la escena del espejo, y a un “sacrificio de la carne” con una consecuente evacuación de goce que resulta fallida.

El banquete totémico y la comensalidad

Situaremos algunas cuestiones en relación al cuerpo y la comida, articulándolas al mito freudiano de “Tótem y Tabú”.

Freud creó ese mito para poder situar el origen del pacto simbólico que funda y ordena la cultura: el mito del asesinato del padre de la horda primitiva. Consideramos que este mito nos permite pensar cuestiones en relación a la anorexia, el alimento y el cuerpo.

En este mito, el proto-padre, único poseedor de todas las mujeres, es asesinado por sus hijos, que a partir de este acto establecen un pacto de sangre fraterno, que los enlaza en la culpa, la obediencia retrospectiva y la renuncia. Freud subraya la función del tótem en la cultura; quien es venerado por la tribu ó clan, constituído por un grupo de hombres y mujeres que llevan su nombre y se consideran descendientes de un antepasado común.

Por otra parte, se hallan estrechamente ligados unos a otros por deberes comunes y por la creencia en el tótem.

El animal tótem es llorado y enterrado como un miembro más del clan cuando es encontrado muerto. Estará prohibido matar al animal tótem, así como realizar el coito con una mujer del mismo tótem. Sólo se podrá matar al animal cuando lo que esté en juego sea un sacrificio como acto sagrado de ofrenda a un dios. Se instala, de este modo, el pacto simbólico que hace lugar a la ley fraterna, a partir de la culpa y la obediencia retroactiva.

Año tras año se conmemora el triunfo obtenido sobre el padre de la horda en un banquete. Se trata del banquete totémico. Se sacrifica entonces al animal totémico, en un exceso que, en esta ocasión, no solo está permitido; sino también, ordenado. Este acto pone en juego la comensalidad, consolidando el lazo entre la divinidad y sus seguidores

Lacan, en el Seminario sobre La angustia, señala (Lacan, 1962-63/2006, p46) que no debemos creer desalmados a aquellos pueblos que acostumbran, luego de un entierro, a compartir un banquete.

Se trata justamente del rito que instaura la comida comunional, de incorporar el objeto que se amó y perdió. La comunion, acto cristiano en que los fieles, con la hostia incorporan aquello que los hace parte del cuerpo de Cristo. Renovadamente con este acto, incorporan un cuerpo que a la vez queda perdido para siempre.

La repetición de la fiesta devela que permanece un resto, lo que del padre no se termina de tramitar. Un resto que opera como causa y relanza el deseo.

Si el acto de comer está en relación al pacto simbólico, ¿qué se pone en juego respecto del mismo, cuando el acto de comer se trastorna, cuando se rechaza la incorporación? ¿Qué posición en relación al amor está en juego?

Comer es un acto simbólico. Un acto que liga y corrobora la pertenencia a la comunidad social. Entonces, los síntomas que ponen en juego la expulsión de la sustancia, el deshaccerse de lo incorporado ¿de qué intentan desligarse? ¿Cuál es el rechazo en juego?

Consideramos que evitar la comensalidad, es el modo en clave oral, de renuncia a la comunidad, a situarse en una filiación. Renuncia a tomar un lugar posible respecto de los lazos que las estructuras elementales del parentesco posibilitan.

Variantes subjetivas frente al acto de comer

Tomaremos ahora algunas particularidades que se ponen en juego en la relación de la anorexia y la bulimia con el comer y con los cuerpos.

– No comen o comen nada. No saben lo que es el hambre, ni el gusto por comer.

– Comen en soledad, por fuera del banquete. No comparten la comida, se esconden para comer. Eluden la reunión familiar, comen sin fiesta.

– Comen fuera de toda regla, en cualquier horario, cualquier cosa: “Después de comer lo que quedaba en la heladera, agarré lo que encontré en el armario. Me da vergüenza contarselo. Comí harina del paquete. A cucharadas.”

-Comen sin dejar restos: “Comí todo lo que encontré. Hasta que no terminé no pare” “Comí media pizza, pero para que mi mamá no se diera cuenta que había comido tanto, me terminé la otra mitad, así no quedaba nada”.

– Comen con culpa y vergüenza. Acto seguido, llega el arrepentimiento e intentan desprenderse de lo que incorporaron mediante los vómitos, las purgas, los laxantes, la gimnasia: “Comí dos manzanas, hice cuatro horas de gimnasia y me pesé. No había adelgazado nada”.

– Frecuentemente comen sólo vegetales. Dieta light y baja en calorías, acompañada a menudo de un horror por la carne.

-Comen sin encontrar tope, hasta que se vacían los armarios: “Cuando empiezo a comer galletitas, no paro hasta que no se terminan. No sé donde está el límite. No puedo dejar nada en el plato”.

En la anorexia y la bulimia, algo retorna una y otra vez, en los intentos siempre fallidos en relación a la comida. Comida que se traga, se vomita, que se ingiere por fuera del lazo al Otro, de manera solitaria, no compartida, fuera de la comunión. Comida que no es regida por el placer, ni por medida que procura el deseo.

Comen hasta que les duele la panza.  Dolor por exceso o por defecto, dolor gástrico propio de la anorexia. Dolor de saciedad y vaciamiento de la bulimia.

En “El muro de la anorexia”, Domenico Cosenza afirma que se trata de una caída de la relación del alimento como ritual, y de un vínculo cada vez más solitario.

Podemos decir entonces que no participan comunitariamente del sacrificio, de la fiesta ni de la mesa compartida. Por el contrario, realizan este acto en la soledad de la auto-segregación.

En cambio, hay otro sacrificio en juego; al comer hasta el hartazgo, sin encontrar medida, ni gusto por comer, es su propia carne lo que sacrifican, en un despiadado festín.

En tanto no se sitúa pérdida alguna que ponga en juego la castración, que permita cesión de goce, circulación de deseo, es el cuerpo entero el que queda gozado.

Cuerpos

Una paciente comenta que dejó de comer carne cuando de pronto se le presentó la muerte en su plato de comida. El asado se transformó en ese momento en “un animal muerto y en pedazos”; perdió el valor de comida porque emergió allí la crudeza del cadáver. Refiere entonces una serie de sueños que se repiten durante varios años en los que ella se encuentra muerta y en la tumba, en el cementerio. Sus padres abren el cajón mortuorio y ven su esqueleto.

La muerte irrumpe para la anoréxica, en su cuerpo, constituyéndose como peligro posible.

Lacan habla del “apetito de muerte” en la anorexia. Y dice:

Esta tendencia psíquica a la muerte (…) se revela en los suicidios muy especiales que se caracterizan como no violentos, al mismo tiempo que aparece en ellos la forma oral del complejo: huelga de hambre de la anorexia mental (Lacan, 1938/1978, 41)

Lo mortífero irrumpe tanto en la relación con el cuerpo como con el plato de comida. Rechazan la carne, así como rechazan su carne, la de su propio cuerpo, de la que se quieren librar llegando a veces a “ser piel y huesos”. Ningún condimento negativiza la condición de cadáver, que no deja de revelarse allí. Lo unheimlich, lo siniestro se presentifica en el plato. Se contornea la muerte y se trastoca el comer cuando la dimensión del cadáver aparece intrusiva en el plato, impidiendo que eso sea alimento.

Se pierde la relación al velo y su función. No se accede a la dimensión simbólica de la comida, al no ponerse en juego lo amoroso en el acto de la comida compartida, de la tradición, del reunirse, de regalarse un plato que gusta, ó compartir un festejo, un agasajo. En la anorexia, algo se trastorna de lo crudo y lo cocido y del acto cultural que transforma esa carne en alimento.

Por el contrario, separan diseccionando minuciosamente la comida, una desmezcla se pone en juego y se invierte el proceso de la elaboración del manjar que transforma y adorna lo crudo vía la cocción, las mezclas y los condimentos, produciendo nuevos sabores y olores. Rehúsan el condimento y comen magro y sin aditivos. Realizan una operación de hacer de la comida por comer, un deshecho, desligando los elementos, llevándola al estado más crudo. Se presentifica allí, lo no ligado de la pulsión de muerte. La desmezcla pulsional con el imperio del superyó como correlato.

Recalcati, afirma: “La anorexia pone en funcionamiento el poder irresistible de la pulsión de muerte que parece actuar en el sujeto como desligado (melancólicamente) de la pulsión de vida” (Recalcati, 2004, p68)

En la anorexia y bulimia no se participa del banquete de incorporación, de la comida en común que promueve compañeros, (com-pan-y-eros) que produce comensalidad. Falla la dimensión del amor, como aquello que detiene el sacrficio. Son los cuerpos los que quedan sacrificados en el atracón bulímico, o en el cuerpo cadavérico que se llena de nada.

Ingresar la función alimentaria en el cuerpo al punto de poder tener hambre, no es sin el pasaje por el espejo, y sobre todo por esa primera operación de identificación: para que haya hambre, tiene que haber habido banquete antes. Es decir, el agujero oral debe quedar subjetivado como lugar de intercambio con el Otro.

Si se rechaza la castración, la falta no queda velada por el don de amor. Por lo tanto, se complica el acceso a una identificación, a una filiación y a una nominación posible.

En terminos orales eso implica que el agujero oral del cuerpo se torna un crudo agujero real, no siendo asumido como “mi boca”.

La época, entre los deshechos y la incorporación

Partimos de situar una época en la que se verifica otro funcionamiento de lo simbólico en la constitución subjetiva del cuerpo y sus goces, los trastornos de alimentación son una expresión clara de eso.

Se pueden vislumbrar algunas conexiones entre la anorexia y la toxicomanía, cuestión que Lacan conecta en “La familia” en relación al complejo oral, situando un “(…) envenenamiento lento de algunas toxicomanías por vía bucal, régimen de hambre de las neurosis gástricas” Lacan, 1938/1978, p 41)

Afirma Cosenza en una entrevista:

El nivel de goce que el sujeto siente es tal que es incomparablemente superior a cualquier otro tipo de goce. Es por eso que cuando el síntoma empieza se constituye, efectivamente, una especie de “luna de miel” comparable en algunos aspectos con lo que le sucede al toxicómano (Cosenza, 2014)

La escritora Amelie Nothomb, en su libro “Biografía del hambre”, escribe acerca de la anorexia y la manía por la nada, y aborda también, la experiencia de sumergirse en el consumo ilimitado de agua, en un éxtasis del manantial sin tope, del cual se llena a reventar. Un consumo que confronta con la abismal experiencia del infinito:

Una noche, mientras me saciaba con una crisis de potomanía mediante la absorción de un enésimo litro de agua (…) La embriaguez provocada por el agua era mi placer místico (…) Ninguna otra experiencia me colmaba hasta ese punto (…) el único infinito fiable era el agua, grifo abierto conectado a una fuente eterna (…) ¿Acaso no era la metáfora fisiológica de mi necesidad de absolutos? (Nothomb, 2006, pp140-141)

El lugar del analista entre el resto y el amor

En “La era de la fiesta permanente”, F. Naparstek señala:

En la civilización freudiana –si se la puede llamar así- la mayor parte del tiempo estaba regulado por la ley y sus instituciones. Al costado teníamos esos pequeños excesos festivos cada tanto. En la actualidad habría un empuje a una fiesta permanente con un intento de hacer desaparecer el resto (Naparstek, 2009, p 13).

Se trata de un consumo que empuja a la satisfacción total, ya que se elude la función del resto, llegando al punto de reabsorber hasta los desperdicios. F. Naparstek da el ejemplo del “mezcladito”, así se llama a los restos de lo que queda del consumo, que se junta y se consume también. En este intento de no perder nada, lo que finalmente se pierde es el sujeto, que queda empujado a un lugar de objeto.

Si nada se sacrifica, si no hay renuncia; lo que finalmente se sacrifica es el sujeto, vuelto deshecho.

El amor está erradicado en la fiesta del consumo permanente; la depresión de la época está íntimamente relacionada con la desregulación de la fiesta.

Nos preguntamos si podemos plantear en la misma línea de efectos de la época, los trastornos del comer y el consumo de sustancias.

Cuando no hay medida en el comer, cuando se come todo, sin resto, sin el gusto que implica lo aperitivo del comer, del banquete que enlaza. Cuando se come fuera de tiempo y de lugar, cuando no se come nada, ó casi nada, se saltean comidas, y se ejercita al cuerpo sin descanso viviendo asombrosamente sin comer. Cuando el cuerpo adelgaza y no consume, sino que se consumen en un goce descarnado, en el que el fanatismo y la manía por el vacío avanzan. Podríamos decir que en ese punto se cortan los lazos y se suprime el resto, hay allí un cortocircuito, que deriva en un goce a secas, presentificado tanto en el cuerpo cadaver” como en el cuerpo “tacho de basura”.

Tomando prestado el término de lo planteado en la clínica con las toxicomanías, podríamos llamar anorexicomanía (Karpel –Lejbowicz, 2011), a esta posición que prescinde del punto y que rompe con la dimension fálica. Una carencia de punto que conlleva efectos mortíferos.

Cosenza lo dice de este modo:

La hemorragia narcisista y pulsional que caracteriza la epidemia anoréxica-bulímica encuentra precisamente en la estructura social del discurso capitalista una manera adecuada para formularse, como efecto de una débil ó alterada inscripción del sujeto en el orden simbólico de la comensalidad, regulador de la relación del sujeto con la comida (Cosenza, 2013, p23).

Tomando el mito freudiano del banquete totémico, mencionado al comienzo, pudimos establecer que los trastornos de la alimentación son elucidados desde una dialéctica subjetiva de pérdida e incorporación.

Lo simbólico no solo percute como eco que pulsiona, también se incorpora.

La conducta alimentaria es signo de ese acto de incorporación de lo simbólico al cuerpo y de variadas posiciones subjetivas respecto a ese acto.

En estos términos, los trastornos alimentarios son signos de un rechazo a dicha incorporacion de lo simbolico al cuerpo.

El analista en el campo de los síntomas actuales, estará éticamente orientado entre el aislamiento de deshechos del funcionamiento de goce y la incitacion enigmatica del amor…tal vez alli este la clave para hacer de los agujeros del cuerpo, no una pulsacion de vacio y llenado, sino un deseo de lazo al Otro.

Se trata de una conjetura que requiere continuar con nuestra investigación.

REFERENCIAS

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  • Freud, S. (1915), Duelo y Melancolia. T.XIV. En Obras Completas. Amorrortu. Buenos Aires. 1993.

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  • Freud, S. (1918 (1917) El tabú de la virginidad. En Obras Completas. T. XI. Amorrortu. Buenos Aires.1986.

  • Freud, S. (1925), Inhibición, síntoma y angustia. En Obras Completas. T. XX. Amorrortu. Buenos Aires. 1992.

  • Lacan, J. (1938), La familia. Argonauta, Biblioteca de Psicoanálisis, Barcelona, Buenos Aires. 1978.

  • Lacan, J., El Seminario, libro 10: La Angustia. Paidós, Buenos Aires. Argentina. 2006.

  • Lacan, J., El Seminario, libro 11: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Paidós Buenos Aires. Argentina. 2011.

  • Lacan, J., El Seminario, libro 21. “Los no incautos yerran”. (Inédito)

  • Lasegue, Ch. Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, vol. 20, núm. 74, 2000, pp. 271-282 Asociación Española de Neuropsiquiatría. Madrid, España. https://www.redalyc.org/pdf/2650/265023047007.pdf

  • Laurent, E., Los nuevos síntomas y los otros, en: El Caldero nº 57. Revista de la Escuela de la Orientacion Lacaniana 57. 1997.

  • Laurent, E., Usos actuales de la clínica. En Usos Actuales de la Clínica. Eol. Paidos. Buenos Aires. Argentina. 2000.

  • Naparstek F. y colaboradores, Introducción a la clínica de las toxicomanías y el alcoholismo I, II y III. Grama Bs. As, 2009.

  • Nothomb, A., Biografía del hambre. Anagrama. Barcelona. 2006.

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  • Recalcati, M., Clínica del vacío. Síntesis. Buenos Aires, 2014.

  • Recalcati, M. La última cena. Anorexia y bulimia. Manantial. Buenos Aires. Argentina. 2004. http://www.lacasadelaparaula.com/es/domenico-cosenza-psicoanalista-la-anorexica-tiene-una-relacion-con-el-espejoque-esta-al-limite-de-la-persecucion-2/ Fecha de recepción: 31 de mayo de 2016 Fecha de aceptación: 12 de septiembre de 2016