Qué es y qué se enseña en el Instituto Clínico de Buenos Aires
O que é e o qué se ensina no Instituto Clínico de Buenos Aires
What is the Instituto Clínico de Buenos Aires, and what is teaching there?
MARINA RECALDE
Instituto Clínico de Buenos Aires. Escuela de la Orientación Lacaniana/ Asociación Mundial de Psicoanálisis
mrecalde66@gmail.com
RESUMEN
Este texto se propone interrogar el lazo del Instituto con la Universidad y con la Escuela, para poder transmitir qué se enseña y qué es el Instituto Clínico de Buenos Aires, ICdeBA.
PALABRAS CLAVE: Instituto Clínico |psicoanálisis | enseñanza
RESUMO
Este texto se propõe a interrogar o o laço do Instituto com a Universidade e com a Escola, para poder transmitir o que se ensina e o que é o Instituto Clínico de Buenos Aires (ICdeBA).
PALABRAS CHAVE: Instituto Clínico | psicanálise | ensino
ABSTRACT
This text aims to question the connections between the Institute and the University and the School, in order to transmit what the Instituto Clínico de Buenos Aires, ICdeBA, is, and what it teaches.
KEY WORDS: Clinical Institute | psychoanalysis | teaching
E l Instituto Clínico de Buenos Aires, creado por Jacques-Alain Miller en 1994, tiene una larga historia que precede su fundación y que a la vez da las coordenadas precisas en donde este Instituto se enmarca.
En 1979, once años después de haberse creado el Departamento de psicoanálisis en Paris, Jacques Lacan crea la Fundación del Campo Freudiano. Pocos años después, y a posteriori de la muerte de Lacan, la Sección Clínica de Paris (creada en 1977) se une al Departamento de Psicoanálisis de la Universidad de Paris VIII y al Diploma de Estudios Profundos (DEA). Con este movimiento, queda fundada la Sección Clínica y de Estudios Profundos.
A partir de allí, se inicia un movimiento mundial, fundándose Secciones Clínicas por fuera de Francia [1].
Es en 1987 cuando Jacques-Alain Miller crea el Instituto del Campo Freudiano, escribiendo el famoso Prólogo de Guitrancourt en 1988, que es el texto orientador de todas las Secciones Clínicas del Instituto del Campo Freudiano.
Allí, Miller establece la base de lo que serán los fundamentos de todas y cada una de las Secciones Clínicas: “En ninguna parte del mundo existe diploma de psicoanálisis y no por azar o por inadvertencia, sino por razones debidas a la esencia de lo que es el psicoanálisis. No se ve cuál podría ser la prueba de capacitación que verificaría al psicoanalista, ya que el ejercicio del psicoanálisis es de orden privado, reservado a la confidencia que el paciente hace a su analista de lo más íntimo de su cogitación” [2].
Es en ese prólogo donde también va a esclarecer de qué enseñanza se trata: universitaria, sistemática y gradual. Aclarando que no habilita para el ejercicio del psicoanálisis.
Con estas sólidas bases, en marzo de 1994 se crea la Sección Clínica de Buenos Aires, crucial en mi formación. Fui parte de su primera camada junto, en ese entonces, a veintiún jóvenes participantes, muchos de los cuales se volvieron amigos.
En Argentina existía el Colegio Freudiano de Córdoba y en Buenos Aires, el Centro Descartes. A la vez se habían creado ya diferentes instancias de formación permanente.
En 1999 la Sección Clínica pasa a llamarse Instituto Clínico, nombre que hasta hoy conserva nuestro Instituto Clínico de Buenos Aires, más conocido como ICdeBA.
En este Instituto, los enseñantes transmiten el psicoanálisis con una orientación, la orientación lacaniana, dirigida a estudiantes avanzados de psicología, licenciados en psicología y psiquiatras. También cada año solicitan el ingreso participantes por fuera del mundo psi, interesados en la formación analítica, más allá de que no tengan una práctica como psicoanalistas.
Como vemos, todo un desafío. Precisamente porque no se trata de alejar al psicoanálisis de la Universidad sino más bien crear una intersección, con sus semejanzas y diferencias, apostando a transmitir otra enseñanza, que no es la de la formación académica, tampoco la de la formación científica.
¿Cómo llega alguien al Instituto? Lo hace por transferencia con algún analista, a veces el propio, otras por alguna charla dada por algún colega psicoanalista que dijo algo que le resonó, otras por recomendación de algún amigo y otras, muchas, después de haberse topado con el psicoanálisis en la Universidad.
La Universidad no forma psicoanalistas. Es el análisis el que lo hace. De todas maneras, es innegable que la Universidad es un lugar prínceps para transmitir el psicoanálisis. Si el agente del discurso universitario es el Saber, no hay que olvidar que al mismo tiempo produce un sujeto dividido que es quien, en el mejor de los casos, dirige esa pregunta a un analista. La transmisión –a diferencia de la enseñanza- prescinde de la exigencia de comprensión.
Es decir, en ese punto tan delicado, prefiero subrayar no lo que nos diferencia de la enseñanza impartida en las universidades, sino el punto donde el encuentro de alguien con el psicoanálisis le permite no sólo acudir a un analista a la espera de hallar una oreja dispuesta a alojar sus propios malestares singulares, sino provocar un deseo de continuar la formación en otros ámbitos, ya que cuando el rayo de la orientación lacaniana te alcanza, es imposible (al menos lo fue para mí) ignorarlo. El creciente número de pedidos de ingreso al Instituto es fiel reflejo del deseo suscitado.
Los enseñantes, todos miembros de la Escuela, tienen una enorme tarea al hacerse cargo de los cursos, talleres y seminarios. No solo por lo que allí se transmite sino porque su auditorio está compuesto por colegas, muchos jóvenes, que tendrán también a su cargo la responsabilidad de hacer existir al psicoanálisis en el futuro. Responsabilidad no menor en un mundo plagado de ofertas psi y no psi que ofrecen multiplicidad de abordajes.
Los analistas de la orientación lacaniana nos preguntamos siempre cómo enseñar aquello que el psicoanálisis enseña. El Instituto, con esta brújula a los fines de la formación, arma su programa de enseñanza que, como subrayé al comienzo, es gradual, sistemático y responde al discurso universitario, aunque lo perfora, porque el agente del saber es, en este caso, un psicoanalista.
Anualmente el eje clínico fundamental del Instituto (tanto en casuística como en el espacio llamado Testimonios clínicos, otrora Presentaciones de enfermos) tiene su corolario en una Conversación Clínica. Allí se trabajan casos que provienen de uno u otro sector, para propiciar una investigación colectiva de la cual intentamos extraer cada vez una enseñanza, que se plasma en un volumen que pertenece a la colección que hemos dado en llamar, precisamente, Diálogos.
A su vez, se publican Cuadernos, que es el resultado del trabajo realizado por los docentes a lo largo de la cursada y la Colección ICdeBA-Paidós, que recoge Conversaciones Clínicas de otras latitudes. La Revista del ICdeBA, La ciudad analítica, que se propone sacar al analista del sillón e irrumpir en la plaza pública, ya va por su quinto número.
Un punto crucial es la relación Escuela-Instituto.
Hace muchos años, previo incluso a la fundación de la Escuela de la Orientación Lacaniana en enero de 1992, Jacques-Alain Miller ubicaba una cuestión central: la diferencia entre saber supuesto y saber expuesto. Lo hacía precisamente para situar al saber supuesto como semblante, saber entonces que queda escondido y que situaba como “la peste” del psicoanálisis como saber teórico.
Se desprendía de allí una exigencia para la Escuela: presionar a los que están en posición de responsables. ¿Presionar para qué? Para que hablen en público, para que se hagan escuchar, lo que entiendo además pone en juego la propia enunciación.
Lo interesante es que es una exigencia que no es para todos, pero lo que se exige –para aquél que no se conforme solo con ser un practicante del psicoanálisis- es que tome su cargo responsablemente. “Los cargos responsables deben ser para los que pasan del saber supuesto al saber expuesto, al saber que está en juego en la transferencia de trabajo: pasar del trabajo de la transferencia, que tiene como eje el saber supuesto, a la transferencia de trabajo, que produce un saber expuesto, ya fuese original o no tanto, pero que sea expuesto, es decir, que asuma riesgos. Tal es la razón por la que una Escuela no es suficiente” (Miller, 1991 [2009]: 128)
Y aquí entra de lleno el Instituto, en ese punto donde entiendo que la Escuela no es suficiente. Y no lo es justamente en el punto del saber supuesto. Se crea un Instituto, en paralelo, precisamente para instituir el Eros ahí donde el saber supuesto lleva a lo más mortífero. En los Institutos, el saber queda expuesto. Y la responsabilidad queda del lado de los docentes, miembros de la Escuela, que se dirigen a aquellos llamados participantes, término que indica la posición activa que se espera de todos y cada uno de ellos.
Es desde allí desde donde entiendo que Miller ubica esta dialéctica existente entre el Instituto y la Escuela. Y vuelve al Instituto necesario, en tanto es el lugar que se constituye “para honrar, para facilitar, para dar una prevalencia al saber expuesto”.
Tal vez esto permita, o al menos me permite a mí, situar al Instituto como un espacio suplementario a las Escuelas. Digo suplementario y no complementario ya que siempre habrá que mantener una hiancia irreductible, que permite a la vez volver fructífero ese lazo entre Escuela e Instituto y que posibilita también resolver de una buena manera esta tensión saber supuesto-saber expuesto, que introduce la dimensión más viva del psicoanálisis.
De este modo, el saber expuesto se ubica más del lado del deseo del enseñante, aquél al que Lacan sitúa en El Seminario 10 (Lacan, 1963 [2006]: 187) como un rodeo para transmitir algo del deseo del analista.
Honrar el saber expuesto. Menuda tarea. En eso estamos.
[1] En este punto, recomiendo escuchar la Noche del Consejo La Escuela hoy, del 5 de noviembre de 2019, donde Graciela Brodsky (Directora General del ICdeBA) conversó sobre “la Escuela y sus vecindades, el Instituto”. Se encuentra en https://radiolacan.com/es/podcast/noches-del-consejo-la-escuela-hoy-la-escuela-y-sus- vecindades-el-instituto/3
REFERENCIAS