A psicanálise para a juventude1
Christiane Alberti
Presidenta da Associação Mundial de Psicanálise (AMP)
RESUMEN
En esta conferencia Christiane Alberti plantea que el psicoanálisis debe orientarse hacia la juventud, abordando sus desafíos contemporáneos. Evoca a Jacques Lacan, como quien asoció la juventud con una esperanza del sostenimiento del psicoanálisis, toda vez que ella es sensible al discurso dominante y por ello puede captar lo contemporáneo. Dicha cuestión implica así, que el psicoanálisis no quede dentro de una burbuja que lo aísle del mundo. Con respecto al mundo contemporáneo, la analista se pregunta sobre cómo aprehender esta época en la cual la civilización prioriza el hacer y el tener sobre el ser; situación que implica frecuentemente una deslocalización de los sujetos que buscan satisfacción en objetos externos. Desde el psicoanálisis lo que se propone es hacer una construcción de la interioridad que desvele el deseo a partir de la palabra. En este sentido, la separación entre discursos dominantes y el discurso analítico es esencial para entender la experiencia subjetiva.
Palabras clave: juventud, sostener el psicoanálisis, civilización actual, discurso analítico, deseo.
ABSTRACT
In this lecture, Christiane Alberti indicates that psychoanalysis should focus on young people, addressing their contemporary challenges. She evokes Jacques Lacan, who associated youth with hope for the sustainability of psychoanalysis, since young people are sensitive to the dominant discourse and can therefore grasp contemporary issues. This issue thus implies that psychoanalysis should not remain within a bubble that isolates it from the world. With regard to the contemporary world, the analyst wonders how to understand this era in which civilisation prioritises doing and having over being, a situation that often implies a delocalisation of subjects who seek satisfaction in external objects. From the perspective of psychoanalysis, the aim is to construct an interiority that reveals desire through speech. In this sense, the separation between dominant discourses and analytical discourse is essential to understanding subjective experience.
Keywords: youth, sustaining psychoanalysis, contemporary civilisation, analytical discourse, desire.
“Estoy muy contento de ver a muchas figuras jóvenes porque pongo mi esperanza en esas figuras.” Así hablaba Lacan (1978) en una conferencia en Italia que dio en 1974 asociando juventud y esperanza. ¿De qué esperanza se trata? La esperanza de la que habla Lacan no proviene de una visión lírica, romántica de la juventud, incluso idealizada de la juventud. Para Lacan se trata de una necesidad, de una orientación necesaria del psicoanálisis, diría incluso una acción del psicoanálisis. Si queremos que exista el psicoanálisis, si queremos que el porvenir del psicoanálisis dure por largo tiempo, entonces en dirección de la juventud es una necesidad.
¿Entonces, por qué la juventud? Por supuesto, hay una evidencia que se impone a partir del momento en que evocamos el porvenir del psicoanálisis. Pero hay un elemento más esencial, Lacan cuida a la juventud, se preocupa por la juventud, porque ella es “sensible”, dice, al discurso dominante, es una guía para comprender el momento presente. Podríamos decir que la juventud es como una “placa sensible” a la contemporaneidad. Placa sensible como en la fotografía. El fotógrafo fija una imagen fugitiva sobre la placa sensible (superficie sensible), y esta, por reacciones sucesivas, permite la realización de instantáneas. Sobre la placa algo se marca, se detiene, se imprime allí, pero no todo.
¿Qué enseñanza extraer de aquí? Se trata de tener en cuenta al mundo, cómo va para que la oferta psicoanalítica no esté “encerrada en su burbuja” y se sostenga. Lacan habló la lengua de su época para que la juventud atendiera a su Escuela. Habló de cibernética, integró el vocabulario del marxismo, etcétera. Tuvo éxito. Es un Lacan con sentido de la oportunidad, como se expresa Jacques-Alain Miller, porque estaba enganchado a su discurso y buscaba los medios para hacerlo pasar.
El título que elegí para dirigirme a ustedes se inspira en lo que podemos extraer de la enseñanza de Lacan, en dirección de indicar en primer lugar un movimiento y una orientación del psicoanálisis. “En dirección de” quiere decir que si el psicoanálisis se interroga sobre el porvenir del psicoanálisis, debe realizar un trayecto que lo conduzca hasta los jóvenes, debe efectuar el camino hacia la juventud franquear las barreras que lo separan de la juventud. Franquear los obstáculos que inhiben o le impiden a la juventud dirigirse al psicoanálisis, en vez que quejarse de que los jóvenes no se acercan al psicoanálisis. En ciertos momentos es como si se quisiera que los jóvenes se dirijan a nosotros sin haber, nosotros mismos psicoanalistas, efectuado el trayecto hacia ellos.
En su dirección a la juventud, Lacan, como él mismo lo dice, no hace ninguna propaganda. No promete la felicidad, ni un porvenir mejor. En lugar de ilusiones ¿Qué ofrece Lacan? Nada más que la oferta analítica misma. Es decir, el único discurso donde se toma en cuenta que el ser humano sufre de algo que lo supera y que no comprende. El único discurso que toma en cuenta lo que nos supera. Está en nosotros; sin embargo en un sentido, extraño a nosotros mismos. Cuando el sujeto es impotente para realizar ese deseo, ya sea que ese deseo haya sido mortificado, que sea prevenido o siempre insatisfecho, el sujeto paradójicamente experimenta culpa, culpa inconsciente que se traduce en angustias, síntomas e inhibiciones, o bien por una culpa consciente cuya queja incesante no deja ningún margen para acceder al deseo del que se queja por no poder realizar.
Entonces, como hablo de la época y del momento presente a los que la juventud es sensible, consideremos la manera en que las coordenadas de la civilización contemporánea, impregna en la subjetividad de esta época. ¿Cómo marcan las coordenadas presentes nuestra manera de ser con los demás y con nosotros mismos? ¿Cómo? ¿En qué sentido?
¿Cómo caracterizar esta subjetividad? Diría que nuestra civilización está caracterizada por el hecho de que el hacer y el tener prevalecen sobre el ser. Cada uno se ha vuelto hacia un objeto de satisfacción, o que se supone nos satisface, un plus de gozar ilusorio, una baratija. E incluso el elemento calificado como humano, él mismo está considerado como equivalente a un objeto cualquiera, producto de nuestra industria.
La idea que se podría tener sobre esto es la de un sujeto encerrado con sus gadgets, separado del otro y del mundo, casi en una satisfacción autista, en todo caso solitaria. Ahora bien, quisiera señalar que, lejos de que esto encierre a un sujeto en su mundo, tiene por efecto deslocalizarlo. Como el sujeto se dirige sin cesar a un objeto, una causa exterior a sí mismo, en todo caso marcado con un índice de exterioridad, se ve desposeído de una parcela “de interioridad”. El sujeto está privado de un retorno sobre sí mismo. ¿De qué se trata cuando hablo de interioridad? Parece extraño en psicoanálisis.
Son los efectos de la palabra que constituyen en nosotros otra realidad, que crea en nosotros otra realidad que la así llamada realidad. Es una realidad que sobrepasa los hechos. La palabra crea su propia realidad o, podemos decir, su propia irrealidad. Nos permite construir un mundo que no existe. Crea la posibilidad de imaginar, crea la posibilidad de un “discurso interior”, como refiere Lacan en el Seminario 3 (1955-1956/ 1984), construye una interioridad. Esta interioridad se debe a este punto: “el eco en el cuerpo del hecho de que hay un decir” (Lacan, 1975-1976/2005, p. 18). La palabra-cuerpo tiene un eco en nosotros, porque cuerpo y palabra están anudados.
Es un discurso que no es inmediatamente transparente para sí mismo y para los otros. Las palabras constituyen en nosotros más que nosotros (nuestros sueños, nuestras expectativas, nuestras inhibiciones, nuestras obsesiones), es la escena del inconsciente (el síntoma responde a ello) que hace que el yo no sea amo en su casa (cf. Freud, 1917/2003) y que constituye nuestra complejidad, nuestro espesor de ser.
Ahora bien, nuestra civilización vive bajo el régimen de un ideal de transparencia, lo que tiene como efecto quitarles a los sujetos este espesor de ser, la parte de opacidad y de misterio que hace que se pueda enunciar el enigma que constituimos para nosotros mismos; mismo que hace que podamos formular la falta, el malestar, la equivocación. A través de ellos podemos dirigirnos al otro, efectuar una apertura hacia una transferencia posible. Esto cambia la manera en que se presentan los sujetos en el psicoanálisis hoy.
El sujeto aparece en la escena del mundo en el actuar, incluso en la agitación incesante, en cortocircuito con la palabra, lo que vuelve más complicado el acceso a su propia palabra. El cuerpo mismo es empujado al extremo, como si el sujeto intentara recuperar en la sensación, una existencia, un espesor de ser, un espesor de cuerpo.
Voy a tomar más precisamente tres elementos que caracterizan la manera en que hoy se presentan lo sujetos al análisis;
- Identificaciones que no son identidades.
- Una lengua radical que escotomiza el valor de la experiencia y, el psicoanálisis es sobre todo una experiencia.
- Una desexualización.
Zona de caída: desexualización
En efecto, ¿Qué ocurre cuando el sujeto está preocupado, sobre todo, con hacer y tener? Es decir, ¿Qué ocurre cuando los objetos de la realidad, los objetos del bien, prevalecen sobre la causa íntima del sujeto, la causa del deseo? Esto afecta la relación con el objeto, con el partenaire. Lacan describió precisamente lo que ocurre cuando la realidad prevalece sobre lo real, esclarece los efectos estructurales de lo que ocurre. El sujeto, dice, entra en una zona de caída.
Lo describe a propósito de la relación con el objeto oral, cuando evoca las zonas reducidas a su función de borde a propósito del erotismo. El borde de la zona erógena oral delimita la zona focalizada erotizada, las otras zonas del cuerpo pueden intervenir, pero están desexualizadas, son las zonas llamadas por él desexualización y función de la realidad. Dicho de otro modo, la zona erotizada vale en tanto que otras zonas están excluidas. Todo en el cuerpo no está erotizado, todo en el cuerpo no goza.
¿Pero qué ocurre justamente en el movimiento inverso, cuando la zona de la realidad es la zona excluida que prevalece? Dicho de otro modo, ¿Qué ocurre cuando el objeto sexual mismo se va por la pendiente de la realidad y no se presenta más investido de libido, erotizado, es decir se presenta como un paquete de carne? Allí surge esa zona de caída que Lacan llama desexualización, tan manifiesta que se llama en la histérica reacción de asco. Es una dimensión que, en lugar de provocar deseo, trae aparejada la caída del deseo en una reacción de asco.
Lacan precisa que esto no quiere decir que el deseo solo se dirija a las zonas erógenas; otras zonas pueden estar interesadas en la economía del deseo. Pero respecto de la satisfacción que se supone que engendra la pulsión, es fundamental que la zona de la realidad, anexa, conexa, esté excluida. Dicho de otra forma, que el real pulsional prevalezca sobre la realidad.
Cada vez que el objeto, el partenaire, se reduce a una función de realidad, se manifiestan las dos vertientes del deseo: el asco, cuando el partenaire sexual queda reducido a una función de realidad, cualquiera sea ella, y la envidia, que es algo diferente de la pulsión escópica. ¿Podemos considerar que Lacan da aquí el principio del asco o desencanto contemporáneo que conduce el goce al cuerpo propio?
Ese desencanto, esa morosidad son las pasiones tristes de hoy, pero sin pasión. La particularidad contemporánea es que no hacen síntoma, porque el discurso moderno no da lugar al síntoma. Esto testimonia del aburrimiento o el afecto de morosidad (tristeza o pesimismo) y el fracaso de toda sublimación: el sujeto está a la búsqueda de todo y por lo tanto, de nada. Me gusta mucho la fórmula de un colega francés, Philippe La Sagna (2009), que habla de una juventud en suspenso, “suspendida a un futuro líquido” en el sentido de Zygmunt Bauman (2003). A la espera de que se le dé su deseo, como lo formula Hamlet.
Hay un film que ilustró maravillosamente ese desencanto y una sexualidad reducida a un hacer, a una acción, sin erotismo. Se trata de la película Shame, es un film americano de Steve McQueen (2011), con Michael Fassbender y Carey Mulligan.
Shame muestra la vida de Brandon, joven trader y sex addict; encuentros furtivos y fugaces, frecuenta a prostitutas, mira films pornográficos en el trabajo y en la casa, masturbación compulsiva sobre el fondo de salidas a discotecas. El film es extraordinario por mostrar maravillosamente bien cómo se esfuerza el sujeto por colmar el vacío y al mismo tiempo las formas de colmar el vacío en la modernidad, en un mundo de traders tejido en el ideal de independencia: es en el cuerpo, en la búsqueda de un goce permanente e inmediato como el sujeto intenta colmar el vacío.
Este personaje no supone nada de un saber no sabido sobre sí mismo, se abandona no al destino que le hace el inconsciente, sino a una consumación donde se anula toda división en la estricta dependencia corporal y que vuelve imposible la puesta en forma de un camino. Dicho de otro modo, el síntoma mismo está desinvestido y llevado a la adicción. ¿Qué queda? Queda Shame. La vergüenza, afecto fundamental del lazo con el otro, que muestra que no se trata aquí de un vacío forclusivo, de un vacío psicótico, que Brandon es sensible al otro, al efecto del significante, pero no logra hacer la hipótesis del saber inconsciente, se defiende de la vergüenza en el acting, en la masturbación compulsiva, es una defensa que no aspira más que a volverse demanda al otro.
Identificaciones e identidades
¿En qué se convierte la práctica del psicoanálisis cuando lo que viene al lugar de un cuestionamiento sobre sí mismo son las normas plurales e identitarias? Quiero decir, que ocultan el menor cuestionamiento de un sujeto sobre sí mismo, la vuelta sobre sí mismo que abre la vía de una suposición de saber, que abre la vía de la transferencia. Las normas vienen exactamente al lugar de la interpretación que constituye el principio del método analítico.
Hoy las identificaciones le son impuestas al sujeto de manera salvaje y pretenden fabricar identidades. ¿Cómo? Reivindicando ser lo que se dice. Soy lo que digo: soy trans, soy negro, soy vegano, soy…, constituyen normas de pleno derecho. Alimentan el imaginario, ya no de un ideal enclavado en el cuerpo (ideal del yo). Mientras pretenden representar una llamada diversidad, empujan a lo mismo; esto es, una captura imaginaria por lo mismo. Es lo que captamos en psicoanálisis como un espejo mortífero, es ese espejo para ser como los mismos de una comunidad, pareciéndoseles sobre el fondo de “soy esto, o soy así” que se le ofrece al sujeto.
En el fondo, los significantes amo etiquetados introducen un forzamiento identificatorio en el sentido de una identidad fija ¿Por qué digo forzamiento? Porque esta identidad está separada de la experiencia de las relaciones.
En ese digo lo que soy y soy lo que digo, la palabra precede todo cuestionamiento del sujeto sobre sí mismo, suprime cualquier interpretación. El sujeto está fijado a una identidad que lo fija, excepto que ella ordena un goce que no es forzosamente el suyo. En este sentido no es una verdadera nominación, es decir, un encuentro de un significante y del goce para un sujeto que fija el nombre de su goce propio. El valor de la experiencia de goce está escotomizado y en su lugar viene un significante amo de la época. Es el registro de la identificación estándar que hace entrar a un sujeto en la fila.
La cuestión de la identificación es central si queremos considerar que no se reduce al espejo (soy como los otros de esa comunidad).
¿Qué pone en escena el estadio del espejo?
En el espejo el sujeto, por ejemplo, un niño, espera un signo, un gesto para validar algo que será de él, validar que esta imagen es bella, amable. El Otro por lo tanto está presente en el júbilo del niño. No se ve más que si se mira en los ojos del Otro. Se mira desde los ojos del Otro. Es el punto a partir del cual uno se identifica. El punto a partir del cual esta imagen de yo ideal (imagen del yo ideal) es mirada. Es el Ideal del yo. En el mejor de los casos, el niño va a introyectar el Ideal del yo bajo la forma de un significante y luego va a reglar su yo ideal a partir de este Ideal del yo. El hombre en el volante de su magnífico automóvil, la mujer con sus hermosos vestidos, gozan de una cierta imagen porque están bajo la mirada del Otro. Interpretan que el Otro los ama, los quiere así. Las imágenes no son nada si no son atrayentes, si no son coloridas y, el deseo del Otro es el que les da ese sabor.
Es la función de la visión: me veo y me reconozco en el espejo, el Nombre del padre, la función del Otro, agrega la plusvalía de la mirada. Es decir, la dimensión en que el sujeto se siente mirado metafóricamente por el Otro, elegido, consentido u odiado. Esto permite al sujeto separarse del objeto. Es esta dimensión la que le permite aprehenderse como objeto del Otro en el fantasma. El sujeto avanza de este modo en la vida como niño preferido del padre o detestado o rechazado. Entre los significantes circula el objeto que se separó del cuerpo: la voz que llama, la mirada que capta, la boca que devora; esto es el objeto plus de gozar que concentra, orienta el goce del sujeto.
En la psicosis, el objeto no se separa, el sujeto es mirado realmente por el Otro, el sujeto está apuntado sin metáfora. El objeto no circula, así S1 y S2 están en una relación rígida, sin relación con el saber. Atrapa a los ideales sin incorporarlos.
La identificación subjetiva, la que proviene del Ideal del yo, por el contrario, está en el lugar desde donde el sujeto se mira, como propone Jacques-Alain Miller (1986-1987), Ce qui fait insigne. Lugar desde donde se aprehende y que es diferente de allí donde él se ve en el espejo, en un espejo. Ese punto desde donde el sujeto se ve permanece ciego para el sujeto; sin embargo, es el lugar de su goce ignorado, “en la juntura más íntima del sentimiento de la vida” (Lacan, 1958/2007, p. 537). Es el lugar desde donde habla, es lo que lo empuja a hablar, la causa que está en él y que anima su palabra.
Y si la familia hoy también constituye un lugar, el crisol donde nace un sujeto, también es el lugar donde el sujeto podrá encontrar una salida, podrá escaparse por un pelo a través de su propio Ideal, como punto fijo en el horizonte. Esto supone que pueda despejar lo que constituye su manera singular de satisfacerse en la existencia.
Es un hecho que podemos ver proliferar identificaciones estándar directamente del cuerpo; no obstante, privadas de imaginario, por ejemplo, el cuerpo sexuado, el color de piel, el cuerpo en piezas sueltas. El sujeto es captado por la imagen de otro, de un doble idealizado. Es la naturaleza de las figuras que fascinan. Pero esta captura tiene un precio: el sujeto puede perderse en ella. El aplastamiento por la imagen del yo ideal implica el riesgo de la locura, cuando no hay ninguna mediación y sobre todo cuando el sujeto no tiene recurso al punto de apoyo esencial que es el punto desde donde se mira, como un punto de fuga en el horizonte, es decir su propio Ideal o deseo.
Lacan (1973/2001) había profetizado el ascenso al poder de los racismos. Se anticipó al Ideal de la separación, que se conforma hoy en el separatismo contemporáneo; por ejemplo, la constitución de grupos múltiples homogéneos. Son grupos homogéneos en el sentido de una causa compartida, como si se pudiera disponer de un goce común. Es la ilusión de compartir una causa de goce de manera identitaria. Podríamos decir que hay una inmixión de los goces. Lacan evoca esto diciendo que no se sabe ya cual cuerpo goza cuando hay dos cuerpos.
Sin embargo, el goce no se comparte, es goce del UNO
La dimensión identitaria confunde los caminos porque nos da la ilusión de que podría haber allí un goce común. El psicoanálisis justamente desenmaraña lo que produce la ilusión del goce compartido. Y si la palabra – la palabra auténtica se escucha – es operante, es lo que permite extraer con claridad las relaciones de un sujeto con el otro de su familia, el otro del amor y del deseo. Si señalo el valor de la experiencia, es porque el psicoanálisis es una experiencia de palabra absolutamente única. Hoy se deja de lado el valor de la experiencia, se separa al sujeto de su lengua y de sus significantes propios y se lo refiere a una causalidad biológica o neurológica. La evacuación del sujeto, como ser de palabra y de goce, es inversamente proporcional al ascenso al poder de la responsabilidad jurídica del ciudadano. El individuo se vuelve puro sujeto de la voluntad, se lo vuelve responsable de su malestar, se invoca su mala voluntad.
Hay que decir por qué el psicoanálisis es una experiencia única de palabra. Y para eso podemos tomar como referencia esencial la afirmación de Lacan contenida en Otros escritos, en “El atolondradicho” (1972/ 2001, p. 473): “Que se diga queda olvidado tras lo que se dice en lo que se oye”. “El atolondradicho” está fechado el 14 de julio 1972, concluye el Seminario 19,…O peor y anuncia el Seminario 20, Aún.
Debate
Estudiante: La pregunta es sobre los adolescentes, porqué a pesar de ser un grupo etario con tanto potencial y con todas las posibilidades abiertas, a veces les cuesta hablar. Dado que el psicoanálisis es una práctica que tiene lugar, sobre todo, en los consultorios ¿Cómo lo piensa desde el psicoanálisis, en la Escuela de la Causa Freudiana? ¿Cuál sería el modo o el lugar de introducir un significante, ese significante que está en falta? ¿Sería a través del consultorio privado o en determinadas instituciones?
C. Alberti: Los analistas no deciden cómo se presenta la demanda, entonces, lo que puedo responder es que, para algunos adolescentes, cuando no hay posibilidad de hablar, no sólo porque sean psicóticos o autistas, cuando la palabra no es posible, sí es posible establecer un lazo con un lugar y no con una persona, ahí tienen todo su valor las instituciones. Primero pueden tener confianza en un lugar en cual apoyarse y, después del lugar, pueden hacer un camino en transferencia a una persona, porqué no, a un analista.
Me parece una pregunta muy actual, porque es lo que intenté decir en mi conferencia, los sujetos no se presentan ahora con una queja, sino una imposibilidad de hablar u otra manera, una banalización de todo. Por supuesto viven fracturas, viven traumatismos, pero todo es igual, todo parece que no les afecta. Entonces tenemos que hacer todo un trayecto para esclarecer el malestar, porque el malestar ya no está aquí, el adolescente no puede hablar sobre eso, entonces hay que hacer un camino hacia el sujeto, para que el sujeto surja.
Estudiante: ¿Qué hacemos cuando vaciamos un significante ante la posición de hijo ideal o de hijo expulsado de un grupo familiar? Vaciamos el significante ¿Y después qué? ¿No hay una resignificación de esa posición en algún momento? ¿Qué queda?
C. Alberti: Es una buena pregunta. Extraer los significantes que nos han marcado no es simple, porque la mayoría del tiempo no los conocemos, estamos focalizados en identificaciones del espejo: yo soy como mi padre, yo soy como mi madre, mi hermana, pero no es eso la identificación. La identificación es extraer desde dónde me identifico, desde qué punto de vista me identifico y puede haber una perspectiva sobre el malentendido de eso, cómo he interpretado todo el tiempo de mala manera eso que el otro ha dicho. Es un malentendido que constituye una cárcel, pero es mi propia cárcel, que yo mismo he fabricado. Entonces, formar un saber sobre eso ya es separarse de eso, es entender el malentendido y que los padres han hecho lo que pudieron.
Estudiante: Hablando un poco de la desexualización, me generó curiosidad. Desde tu experiencia ¿Cómo notas las consecuencias en los adolescentes de la divulgación y la naturalización de la pornografía? ¿Cómo los afecta eso respecto a su sexualidad, a su deseo, a su goce?
C. Alberti: En mi experiencia, lo que me parece que tenemos que destacar es la desexualización. Es decir, cuándo la sexualidad se reduce a una acción, sin deseo, sin síntoma. No hay sexualidad armoniosa, no existe, porque somos seres hablantes ¡entonces hablar complica todo! A veces surge la ilusión de la pornografía o de una aplicación de encuentros con la que podamos encontrarnos sin hablar, pero no se puede. Entonces, la sexualidad humana es marcada por los síntomas y hoy los sujetos se presentan como si la sexualidad fuese indiferente, como si fuese algo como beber un vaso de agua, sin mucha importancia. Entonces, la experiencia de la palabra en el análisis muestra muy claramente lo que el sujeto ha encontrado con el otro. Es el valor de la experiencia.
Cuando el sujeto dice: yo soy “bi”, le preguntamos ¿cómo es que eso ocurre para ti? es algo muy diferente, se ve que el sujeto hace un trayecto, desembarazándose de los significantes estándar para acercarse a sí mismo, de lo que ha vivido, alegría o decepción o falta de satisfacción, este es el valor de la experiencia. Ayer he hablado sobre una película[2] que ha seducido a toda Francia, porque es una película (no es una ficción, es una realidad) sobre un niño de 7 años que ha dicho una sola vez “querría ser una niña”, y con esa sola palabra, la madre, sin la brújula de qué es hoy ser una mujer o ser un hombre, sin la brújula del falo, va al médico. El médico sin pensarlo dice: “vamos a hacer una transición, vamos a empezar el proceso”. Considerar que un niño de 7 años puede decidir sobre su identificación de género es una locura. Sin embargo, esta película ha seducido a toda Francia: “Oh, es maravilloso respetar la libertad del niño”, pero es una libertad mortífera, porque la infancia necesita un tiempo, tiempo de hacer con su sexo, tiempo de preguntar, de interpretar qué es una mujer, qué es un hombre, a partir de dichos del padre, de la madre, entonces hay todo un camino. No es suficiente decir “soy…”.
Estudiante: Pensando en esto de que hay que ir hacia las juventudes y replantear el lugar del psicoanálisis, ¿dónde es ahora que tenemos que estar para estar en la emergencia donde estas nuevas juventudes van a exponer lo que les pasa o este silencio o este no poder hablar? ¿Dónde tenemos que estar?
C. Alberti: Cuando hablo de ir en dirección de la juventud, quiero decir muchas cosas, a veces será trabajar en instituciones, pero es también difundir la oferta del psicoanálisis, ¡hoy estoy haciendo eso!, a veces es hablar con vecinos, Lacan dice hablamos à la cantonade, “al voleo”, no sé qué van a escuchar, pero hablamos con ellos, a veces son los profesores que constituyen al Otro que permite el trayecto para hablar de psicoanálisis.
Estudiante: Hay dos cuestiones que se me aparecen difíciles, una es el racismo y la otra la cuestión SIS género, que me preocupan porque en nuestro país el respeto por las diversidades, por los niños trans. Por ejemplo, nos ha permitido que puedan vivir en sus casas. El año pasado Marcus Vieira dijo que las identificaciones imaginarias no son sólo son mortíferas, porque en Brasil a los negros, les permite identificarse y que no los mate la policía. Hay identificaciones imaginarias que nos permiten existir. Mi pregunta es cómo hacer para no quedar entrampados en lo mortífero que es el supermercado de las identidades que lo construyó el capitalismo, el blanco, y para eso tuvo que eliminar a muchos, cómo hacer para preguntarnos no sólo en el consultorio sino en lo social, para que nos permita enlazarnos y que nos haga buscar ese punto de fuga.
C. Alberti: Me parece importante separar los discursos, que son los discursos dominantes, también sobre lo trans, del discurso analítico. No puedo responder sobre cómo tenemos que hacer sobre lo social o la política, no es mi lugar hablar sobre eso hoy, pero me parece importante separar el discurso de una causa común. Por supuesto, es posible compartir una causa común (política o artística…) pero desde el psicoanálisis sabemos que la ilusión de la modernidad es de compartir una causa de manera identitaria, es decir el haber de un goce común, compartir un goce que es imposible.
Cuando un niño o un joven dice “soy…” no sabemos qué dice, y sobre todo esta frase no dice nada de si goza, de la manera con cual el joven vive su relaciones. Sólo tenemos que interrogarlo, tenemos que dar lugar a un espacio para interpretar, interrogar, ok! Hoy dices soy eso, pero en tres días quizá dices “soy… otra cosa”, eso es hablar, no podemos apoyarnos solo sobre una palabra, hay que reunir la palabra a la experiencia del cuerpo y de las relaciones. Así vemos otra cosa que si no, no aparece; por eso cuando Lacan habló sobre el racismo, habló sobre fraternidades del cuerpo, la ilusión de ser idénticos a partir del cuerpo, el color del cuerpo, o el género, etcétera. Es decir, atrapar una identificación que se pretende identidad a partir de solo el cuerpo, no es posible.
Fabián Naparstek: Habría muchísimo para seguir conversando, resumo dos cuestiones: La primera es que siempre pensé que es muy difícil definir la época, hoy vos das una brújula, una orientación, “miremos a los jóvenes, vamos a saber qué es la época”, es una orientación fantástica, y la segunda cuestión que es muy sensible para nosotros hoy acá en Argentina, es que hay lugares que son lugares para la palabra, y los jóvenes pueden dirigirse a esos lugares, los Centros de salud, los hospitales, etc. Y vos subrayaste cómo preservar esos verdaderos lugares de la palabra. ¡Muchas gracias Christiane Alberti!
REFERENCIAS
[1] Quiero agradecer a las autoridades de la Facultad de Psicología, especialmente al Decano Jorge Biglieri, que nos recibió previamente y también a las Cátedras psicoanalíticas de la orientación lacaniana de la Facultad que trabajaron mucho por este evento, especialmente a Fabián Naparstek e Inés Sotelo, también a Silvia Baudini por la traducción de mi conferencia.
[2] N.E: Lifshitz, S. (Director). (2020). Petite fille [Película documental]. Agat Films & Cie.