La psicosis ordinaria. Eficacia de una paradoja
RECIBIDO: 26·04·2018 | ACEPTADO: 20·05·2018
ALBA ALFARO S.
Universidad de Carabobo-Venezuela
RESUMEN
Dos ideas centrales se desarrollan en este trabajo. Que la psicosis ordinaria: a) reintroduce el valor de la práctica, dando cuenta de una modificación de la clínica formalizada por Lacan; b) como nueva categoría prueba la eficacia de una paradoja entre la práctica y la clínica, contribuyendo a renovar el lugar del psicoanálisis en la civilización. Se plantea la importancia de una ética psicoanalítica sostenida en una práctica, que orientada por lo real singular, resulta incompatible con los estándares de salud mental y lo universal de la época.
PALABRAS CLAVE: Psicosis ordinaria | Sinthome | Singularidad | Práctica y clínica | Orientación por lo real | Modificación de la clínica
ABSTRACT
Two main ideas are developed in this paper. Ordinary psychosis: a) it reinforces the value of practice, revealing a modification of the clinic formalized by Lacan; b) as a new clinic category, it proves the efficacy of a paradox in-between the practice and the clinic, and it make for giving back psychoanalysis’place. The importance of a psychoanalytical ethics based on a practice oriented by the real singular as incompatible with mental health standards and universals of present times is proposed.
KEY WORDS: Ordinary psychosis | Sinthome | Singularity | Practice and clinic | Orientation by the real | Clinical modification
Introducción
El término Psicosis ordinaria, propuesto por Jacques-Alain Miller en 1998 (Miller et al, 2006, p. 225) como un programa de investigación, se ha convertido en un tema central de debate en todas las Escuelas de la AMP. Las preguntas surgidas en el contexto de estos 20 años de investigación dieron lugar al tema del próximo XI Congreso de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (en Barcelona, abril 2018) donde serán ampliamente debatidas.
Los datos y elaboraciones arrojados en torno al tema apuntan a consolidar la psicosis ordinaria como una nueva categoría clínica de la psicosis, pero también como la forma clínica que toma nuestro tiempo. Es decir que el programa de investigación iniciado con la Psicosis Ordinaria ha contribuido a perfilar el “nuevo contexto teórico, clínico y político” (Brousse, 2016, p. 103) en el cual se inscribe y opera el psicoanálisis hoy, constituyéndose como la respuesta clínica del psicoanálisis lacaniano a los cambios en la subjetividad de la época.
Una cuestión que nos interesa dilucidar aquí, es cómo a partir de la psicosis ordinaria se replantea la relación, siempre paradójica, entre la práctica y la clínica para el psicoanálisis de hoy. Como esta categoría contribuye hoy a la resolución y esclarecimiento de esta paradoja.
En efecto, si la clínica universaliza y clasifica y la práctica psicoanalítica sigue apuntando a la singularidad irreductible, ¿cómo resolver esta oposición cuando los casos dan cuenta hoy más que nunca de unas variaciones únicas en su singularidad? ¿Qué enseña la psicosis ordinaria en cuanto a esta división entre un saber-hacer y un saber-decir propio del psicoanálisis?
Como contribución a este debate que tendrá lugar en el próximo Congreso nos proponemos elaborar algunas respuestas tomando como referencia dos evidencias: a) la psicosis ordinaria reintroduce el valor de una pragmática dando cuenta de una modificación de la clínica, reportada por Lacan en su última enseñanza; b) como nueva categoría clínica la psicosis ordinaria pone a prueba la eficacia de esta paradoja, la de la práctica y la clínica, que por ser intrínseca al psicoanálisis viene a renovar su lugar en la civilización.
Una clínica esclarecida por la práctica
La Convención de Antibes, que tuvo lugar en Cannes en 1998, fue el contexto que dio lugar a la propuesta del término. El Conciliábulo de Angers (Miller et al., 2008) en 1996 y la Conversación de Arcachon (Miller et al., 2008) en 1997 precedieron la Convención, constituyéndose como tres momentos de una misma investigación sobre la psicosis (Miller et al., 2006). La iniciativa surgió para dar respuesta a las interrogantes planteadas por una clínica caracterizada por las “sorpresas” y los “casos raros”, considerados “inclasificables” (Miller et al., 2008) por no entrar en las categorías previas de psicosis y neurosis. La propuesta del término, por Jacques-Alain Miller, se plantea como un programa de investigación que permitiría acoger y estudiar, uno a uno en su singularidad, una serie de casos de psicosis que se presentan sin la presencia de los típicos desencadenamientos y fenómenos elementales reconocidos. Considerados “raros” en un primer momento, Miller propone enseguida asumirlos por su cotidianidad en la práctica, como “casos frecuentes” (Miller, 2006, p. 201). Lo “raro”, expone él, se asumía al tomar como referencia los criterios de la clínica estructural binaria, basados en De una cuestión preliminar (Lacan, 1955-56 [2001]). Haciendo bascular este criterio, Miller propone considerar la presencia cotidiana que tienen estos casos en la práctica, asumiendo su “normalidad”, de acuerdo con la curva de Gaus. Así, afirma Miller: “Pasamos de la sorpresa a la rareza, y de la rareza a lo frecuente” (Miller et al., 2006, p. 201). De este modo se pone en relieve una clínica de la psicosis que aparece ahora normalizada.
Esta modificación de la clínica, evidenciada por la psicosis ordinaria, refleja el contraste existente entre dos perspectivas diferentes en la enseñanza de Lacan. En un primer abordaje tenemos la discontinuidad entre psicosis y neurosis, que distingue claramente dos clases y que constituye la norma básica de la clínica que se enseña a partir de Lacan. Un segundo punto de vista, produce la clínica del sinthome, que plantea una continuidad entre las dos clases anteriores, concebidas aquí como “dos salidas diferentes”, variaciones frente a una misma dificultad del ser, al “todos iguales” frente al goce, a la muerte, a la condición humana (Miller et al., 2006).
Si el caso Schreber constituía, desde Freud y con Lacan, el modelo y referencia de la presentación clásica y excepcional de la psicosis, ahora nos encontramos con:
…psicóticos más modestos, que reservan sorpresas pero que pueden fundirse en una suerte de media: la psicosis compensada, la psicosis suplementada, la psicosis no desencadenada, la psicosis medicada, la psicosis en terapia, la psicosis en análisis, la psicosis que evoluciona, la psicosis sinthomatizada (Miller et al., 2006, p. 202).
Miller propone entonces hacer de la psicosis estabilizada de Joyce, que sirvió de referencia a Lacan durante su última enseñanza, la guía para orientarse en la clínica actual.
Los casos de psicosis ordinaria, al poner a prueba la categoría de la psicosis, vienen a inscribirse en el marco de esta nueva clínica, ofreciendo los referentes concretos de una práctica que ya había sido captada y discernida por un Lacan adelantado a su época.
La teoría del sinthome corresponde a una época donde lo que prevalece son, más que la existencia de clases, los modos de goces, variantes y singulares, como respuesta al todos iguales de la ausencia de relación sexual.
Como afirma Eric Laurent:
Se trata entonces de la psicosis ordinaria como un programa de investigación sobre los fenómenos clínicos nuevos que surgen en el estado actual del discurso en que vivimos, por una parte, y por otra parte es una puesta en cuestión sobre la consistencia misma de la clínica, un recordatorio de que la clínica real a la cual podríamos apuntar sería obtener en un sujeto una descripción lo más vinculada a su particularidad (Laurent, 2011).
En tanto programa de investigación los casos de psicosis ordinaria ponen en primer plano una práctica que da cuenta de una modificación de la clínica que busca ser dilucidada. Orientar este programa por la última enseñanza de Lacan resulta pertinente en este esfuerzo por construir una clínica que sea coherente con una práctica de lo singular. Y es que Lacan al final de su enseñanza busca resolver esta paradoja entre lo singular de la práctica y lo universal de la clínica, dando cuenta de un desplazamiento operado en el eje de la clínica (Brousse, 2016, p. 102), de un punto central que permitía distinguir dos estructuras clínicas bien diferenciadas, hacia una multiplicidad de puntos equivalentes (Brousse, 2016).
Este programa de investigación se plantea entonces como una apuesta que implica, tal como lo señala Silvestri (2008), que: “cada caso diagnosticado, puede anotarse como un punto en una serie infinita”. Es decir, que a partir de la práctica cada caso vale “como punto de una serie y no como una verificación de lo ya sabido de la categoría de la psicosis”. En este sentido, señala, no se trata de un programa que se defina por el diagnóstico, es decir por la clínica, sino por una pragmática, donde el diagnóstico aparezca como un efecto, como producto del “tratamiento posible”.
Lacan venia elaborando durante sus seminarios, en especial a partir de El Seminario XX, El reverso del psicoanálisis, sobre los cambios que en la civilización habían producido un desplazamiento del eje que ordenaba la clínica. Y en el tiempo de su última enseñanza, va a enunciar esta modificación de la clínica con el cambio del inconsciente freudiano por el parlêtre. Esta noción será situada luego por Miller como la coordenada fundamental que da: el “índice de lo que cambia en el psicoanálisis en el siglo XXI” (Miller, 2014). Así, la pluralización de los nombres del padre, los S1 definidos como enjambre y la ubicación del NdP como un síntoma entre otros, dan cuenta del esfuerzo de Lacan por ubicar este desplazamiento del eje de la clínica de lo estructural y discontinuo, de conjuntos cerrados, hacia lo múltiple, es decir un campo donde destacan los matices, los detalles y los relieves.
Al definir el Inconsciente como real él va a ofrecer las referencias para leer las modificaciones que se producen a nivel del síntoma, en lo que atañe al cuerpo, a las formas en que opera el significante y el lazo. Modificaciones que por su diversidad fenomenológica no encajan en las categorías previas donde prevalecía el sentido, lo simbólico. Es en este movimiento que Lacan produce un reemplazo “del El por el Uno” (Brousse, 2016, p. 103), es decir de lo universal por lo indefinido, para situar la inconsistencia del Todo y lo inoperante de la función de excepción como tal, que definían la clínica discontinua, estructural.
Esta última enseñanza sitúa una clínica que toma como referencia la psicosis y no la neurosis. Esto en la medida que el agujero que sitúa lo traumático del encuentro con la falta en el Otro, produce el significante unario, significante de la ausencia de relación sexual, el cual aparece aquí, tal como en el fenómeno elemental en su estado original, en su dimensión de letra, marca de goce. Se trata de un simbólico que desligado del Otro y referido al Uno, remite al goce y a lalengua como previos al lenguaje como estructura. El cuerpo es definido en este contexto como Un-cuerpo, es decir un cuerpo que opera como lugar del Otro, como alteridad. Y el parlêtre implica entonces el inconsciente completado con el cuerpo, “con lo que el cuerpo tiene de real” (Miller, 2008, p. 136), un real que se presenta en esta época en su forma original y estructural, es decir sin ley, desordenado (Miller, 2014). Así, la relación entre Un-cuerpo y lalengua, en el contexto de la inexistencia del Otro y la predominancia del Uno, remite al goce autístico del parletre, a lo que no hace lazo y que resulta absolutamente singular, es decir al sinthome.
La investigación iniciada con la psicosis ordinaria brindó entonces la ocasión de estudiar en detalle y extraer los alcances de una enseñanza de Lacan que se presentó anticipada a su época, una época a la cual él supo leer tempranamente sus señales. En este sentido la clínica borromea, correspondiente a la teoría del sinthome, ofreció las coordenadas precisas para situar los “neo-desencadenamientos” que se habían reportado en los casos de psicosis ordinaria, como “formas de desenganche”. También el desencadenamiento clásico pudo desde esta lectura asumirse como un “desanudamiento de la estructura”, producido por la “insuficiencia de la relación imaginaria con el cuerpo” (Miller et al, 2006, p. 22). Y explorar lo que hace de error en el nudo imaginario y las formas de suplencia que en cada caso favorecen los renganches y estabilizaciones. De la misma manera las nuevas condiciones en que se produce y opera la transferencia bajo los criterios de una “conversación democrática”, y los modos de uso y de manipulación de los nudos como nuevas formas para un “tratamiento posible”, son algunas de las elaboraciones que a partir de la clínica borromea han venido a esclarecer la psicosis ordinaria.
Si la pregunta por lo que mantuvo anudado a Joyce, por lo que no produjo desencadenamiento, permitió a Lacan hacer avanzar su teoría de los nudos, fue también esta pregunta en los casos de psicosis ordinaria, la que inscribe esta categoría en el contexto de la última enseñanza.
La eficacia ética de una paradoja
Bajo la ortografía del sinthome, Lacan amplia y remodela el concepto freudiano de síntoma, poniendo en relieve lo que de él tiene valor de real incurable. También destaca con ello el alcance ético de una orientación por la práctica, propia del psicoanálisis, que merece subsistir como tal en una época donde impera el empuje utilitario a lo terapéutico.
Con el aforismo “Todo el mundo es loco, es decir delirante”[1], derivado de la fórmula “no hay relación sexual”, Lacan ubica lo real como agujero estructural al ser hablante en lo que respecta al goce sexual. Y en tanto este aforismo se asume como “principio de esta nueva clínica” invalida cualquier referencia a la normalidad y a la salud mental. Planteando, además, una inadecuación entre lo real y lo mental, que implica que de lo real no se pueda decir la verdad, “solo se pueda mentir” (Miller, 2011, pp. 14-15).
Miller plantea que esta “nueva clínica psicoanalítica”, surgida de la última enseñanza de Lacan, no anula la primera, la cual se conserva en la nueva. Y de ello lo más resaltante para él, es que esta última clínica: “invalida y ridiculiza mucho más que la primera la idea de cura, relativiza el efecto terapéutico” (Miller, 2011, p. 14). Por tanto apunta a perfilar mejor las bases y principios que conformarían la ética del psicoanálisis de hoy.
Uno de los aspectos que se debate a propósito de la psicosis ordinaria es lo relativo a las relaciones que se mantienen entre la clínica estructural binaria y la clínica de la continuidad o borromea. Se afirma que inscribir la psicosis ordinaria en el contexto de una clínica de la continuidad no implica el borramiento de las diferencias entre neurosis y psicosis, ni la propuesta de una especie de clínica “borderline”. Incluso, el término reconoce y sostiene las nuevas formas de presentación de la psicosis, sin diluirlas en un espectro confuso de categorías (como ha hecho el DSM). Y ha abierto, además, la posibilidad de estudiar y caracterizar mejor a las neurosis, apuntando a un diagnóstico diferencial más fino, perfilando una clínica cuya manera de organización de los límites y las diferencias resulta distinta de aquella que definía anteriormente las dos estructuras.
El punto donde el concepto de sinthome supera y desvanece la distinción neurosis-psicosis es en cuanto a “el modo de gozar en su singularidad”. En este sentido, la diferencia significante: presencia o no del Nombre del Padre, converge en una tipología de los modos de gozar. Es decir, aunque el condensador de goce en la neurosis, delimitado por la castración (a/-ⱷ), no aparezca en la psicosis, generando un desborde y desplazamiento del goce, igualmente la noción de sinthome resulta “profundamente desestructurante” (Miller, 2011, p. 84). Es por ello que la “clínica del sinthome” es puesta así, entre comillas, por Miller, en tanto plantea en sí misma una paradoja: “Cuando se atraviesa el umbral de un psicoanálisis, hay que dejar la clínica atrás, y precisamente la perspectiva del sinthome está orientada a despegarnos de la perspectiva clínica” (Miller, 2011, p. 84).
En efecto, si la ultimísima enseñanza de Lacan plantea de manera más radical esta orientación por lo real singular de la práctica, que diluye la diferencia entre neurosis y psicosis y “despega” de la perspectiva clínica, pudiéramos preguntarnos: ¿Qué valor toma y qué implicaciones prácticas tiene sostener la referencia clínica, vale decir un diagnóstico diferencial psicosis-neurosis?
Un primer elemento sobre el cual podemos apoyarnos para pensar esta relación, aparentemente excluyente entre la práctica y la clínica, es ubicarla en un nuevo plano, partiendo de las nociones y principios que nos propone la última enseñanza de Lacan. Si partimos de que el axioma “no hay relación sexual” constituye un universal, que vale “para todo” ser hablante, entonces también debemos aceptar que ella “se inscribe” de manera contingente y singular como un sin sentido, el del goce sexual, para cada ser hablante. Y esta inscripción le otorga una materialidad al cuerpo como “sustancia gozante” que es irreductible en cada uno. Se trata de la “forclusión generalizada”, como locura de “todos” pero que en cada uno marca la “huella de su exilio, no como sujeto sino como hablante, de su exilio de la relación sexual” (Lacan, 1972-73[1981], p. 175)
Y es que, tal como lo desarrolla Lacan, no hay manera de taponar la ausencia de relación sexual sino por la vía del delirio. La fórmula “todo el mundo es loco”, toma aquí como forma lógica, el valor de un principio universal, equivalente a “todos los hombres son mortales”, sin excepción, y “no hay más que uno y solo un Sócrates” (Miller, 2011, p. 101).
En la medida que esta singularidad no hace comunidad de hablantes y se presenta como alteridad, viene a ser “recubierta” por una trama de sentido, un sentido común, universal y que valga para todos. Es por ello que la orientación por lo singular se ubica fuera de la clínica, fuera de la clasificación, ya que la clínica “vela” esta singularidad del sinthome (Miller, 2016). Sin embargo, hay también la “clínica del sinthome”, la cual aunque paradójica tiene pertinencia, señala Miller (2011), en la medida que ella exige pasar por el sentido, por los semblantes, para poder ubicar aquello que es radicalmente singular.
Esta idea de una “clínica del sinthome” también resulta pertinente y eficaz como paradoja, en la medida que permite orientar una práctica que si bien debe pasar por el sentido, no hace de este una distinción entre sentido normal y patológico, asumiendo que en ambos casos se trata de la locura de cada uno frente a lo que no hay. Así, apuntando a lo singular como irreductible e incurable, esta clínica invalida la noción de salud mental y la terapéutica que se supone conduce a ella (Miller, 2011). Con ello el psicoanálisis renueva su lugar como practica en la civilización, sosteniendo frente al totalitarismo del para todo x, “la reivindicación, la rebelión del no como todo el mundo, el derecho a una desviación experimentada como tal, que no se mide con ninguna norma” (Miller, 2011, p. 36). Se trata de una desviación, la de la “singularidad”, incompatible con lo universal.
Ahora bien, en el caso de las psicosis, Miller plantea que esta orientación por lo singular del psicoanálisis toma ciertas particularidades clínicas que, a nuestro modo de ver conceden toda su importancia al diagnóstico diferencial de psicosis. Si en la neurosis la verdad como lo real es mentirosa, es decir que no puede decirse sino por medio del semblante, en la psicosis “lo real habla” y “le dice la verdad al sujeto”. El analista es en estos casos, afirma Miller, solicitado a nivel de la terapéutica, para persuadir al sujeto de que “lo real que le habla y que le dice la verdad, le miente” (Miller, 2011, p. 75). Esta terapéutica va dirigida a “mantener la verdad a raya”, a hacer valer el estatuto de la verdad como mentirosa. Y para ello, para lograr desestimarla, el analista podrá incluso valerse de enseñarle al sujeto algunos trucos.
Así, a partir de este dato que aplica a la psicosis podemos vislumbrar el valor ético que toma la dimensión de la verdad como mentirosa en la práctica del psicoanálisis. Ella asume función de límite, y aplica a todo ser hablante en su singularidad. Hacerla valer en acto constituye entonces una condición de esta práctica.
En síntesis y a modo de conclusión, podemos afirmar que el programa de investigación iniciado con la psicosis ordinaria al poner en relieve la paradoja entre la práctica y la clínica, ha contribuido a hacer de ella un operador ético, que devuelve y renueva el lugar del psicoanálisis en la civilización.
[1] Frase enunciada por Jacques Lacan en su intervención en Vincennes en 1978, publicada originariamente en francés en Ornicar? 17/18. Jacques-Alain Miller retoma esta frase como título de su curso en los años 2007-2008.
REFERENCIAS