La metodología transversal del sujeto lógico
Lectura retroactiva del texto de Lacan “El tiempo lógico y el aserto de certitud anticipada” de 1945, a partir de los tres registros, Real, Simbólico e Imaginario

The transversal methodology of the logical subject
Retroactive reading of Lacan’s text “Logical time and the assertion of anticipated certainty” from 1945, based on the three registers, Real, Symbolic and Imaginary

ANA VICTORIA SALDARRIAGA A.

Psicoanalista, Miembro de la AMP y de la NEL-Medellín. Docente de cátedra de la Universidad de Antioquia (Medellín)

ana.victoria.5678@gmail.com

RESUMEN

¿Cómo se sitúa el sujeto que lee, investiga o escribe respecto a los contenidos que transmite? En ámbitos académicos la cuestión se zanja sugiriendo que se escriba en tercera persona en aras a la objetividad. Aunque en algunos casos es necesario, ese uso indiscriminado y a ciegas tiene el efecto de excluir, justamente, aquello que puede humanizar cualquier ejercicio de la palabra: el sujeto de la enunciación. Este artículo parte de la hipótesis de que el texto de Lacan El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada de 1945 contiene esclarecimientos y orientaciones sobre ese hecho esencial que es el de llegar a situarse, lógicamente, como sujeto en un texto oral o escrito. Y esto no sólo en el psicoanálisis, sino también en la academia, la cotidianidad, la política o el humor. Así pues, el artículo extrae y sigue las lógicas del sujeto en las tres instancias del tiempo lógico, propuestas por Lacan: el instante de ver, el tiempo para comprender y el momento de concluir.

PALABRAS CLAVE: Tiempo lógico | enunciación | enunciado | sujeto lógico | objeto | yo | sujeto real | sujeto imaginario | sujeto simbólico| lógica colectiva

ABSTRACT

How does the subject who reads, investigates or writes, position himself with respect to the contents he transmits? In academic settings, the issue is resolved by suggesting that it be written in the third person for the sake of objectivity. Although in some cases it is necessary, this indiscriminate and blind use has the effect of excluding, precisely, that which can humanize any exercise of the word: the subject of the enunciation. This article is based on the hypothesis that Lacan’s text “The Logical Time and the Assertion of Anticipated Certainty” from 1945, contains clarifications and orientations on that essential fact, which is to get to position oneself, logically, as a subject in an oral or written text. And this not only in psychoanalysis, but also in academia, everyday life, politics or comedy. Thus, the article extracts and follows the logics of the subject in the three instances of logical time, proposed by Lacan: the instant of seeing, the time for understanding and the moment of concluding.

KEY WORDS: Logical time | enunciation | enunciate | logical subject | object | I | real subject | imaginary subject | symbolic subject | collective logic

A Pierre Naveau, in memoriam[1]

El problema del sujeto en el texto

Una de las aspiraciones académicas, en general, y que, de manera particular, cobra mayor relevancia en los niveles universitarios es que el estudiante “se apropie” de lo que escribe o dice. Esto implica, en los términos de uno de mis antiguos profesores de lingüística, “asumirse como sujeto en el texto”, algo que, según él, es lo más difícil de todo cuanto se escribe. En esa época, yo no entendía muy bien porqué lo decía, hasta el día en que conocí y comencé a estudiar el texto de Lacan “El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada” (Lacan, 1945[1989]. Obviamente, el profesor no podía explicar, desde su especialidad, la psicolingüística, esa dificultad ni los caminos concretos para resolverla. El propósito de estas líneas es mostrar cómo ese artículo de Lacan esclarece el problema del sujeto en el texto escrito o pronunciado y nos deja orientaciones para su resolución en un campo de interés muy amplio, ya sea dentro o fuera del psicoanálisis.

Sobre su vigencia y actualidad

A pesar de su antigüedad, pues Lacan escribe el artículo en 1945, podemos decir que conserva su vigencia, al menos, por dos razones consideradas desde el devenir mismo de su enseñanza. En primer lugar, porque, hasta el final de ésta, él volvió sobre sus proposiciones de manera retroactiva, a la luz de los nuevos horizontes que iba abriendo en sus seminarios. Así lo encontramos referenciado en el seminario 20, Aún (1972-73) a la luz del objeto a; en el 23, El sinthome (1975-76), a la de la temporalidad joyciana; o en el 26, La topología y el tiempo (1978-79), a la de esos dos términos que trabaja en el seminario[2]. Y, en segundo lugar, porque el título de su seminario 25 (1976-77), El momento de concluir, es una de las tres modulaciones del tiempo lógico formuladas en el artículo. Las otras dos son “el instante de la mirada” y “el tiempo para comprender”. Es decir, que Lacan ha venido pensando su propia enseñanza, en esos términos formalizados desde 1945.

De esta manera, podríamos considerarlo como un “punto de capitón” en el psicoanálisis; es decir, como uno de aquellos textos que recogen lo que el autor había pensado al respecto hasta ese momento y que le permitirán ulteriores consideraciones de manera retroactiva o après-coup[3]. Al tratar su texto desde esta perspectiva lógica, Lacan lo saca de la perspectiva historiográfica o epistemológica desde la que podría considerársele, pues no lo deja en la prehistoria del psicoanálisis ni lo hace objeto de lo que se llama una “ruptura epistemológica”. Razones, pues, que, a mi juicio, dan prueba de su vigencia.

En ese sentido, como punto de capitón dentro de la enseñanza misma de Lacan, podríamos pensar que el artículo revela algunos de los caracteres que lo calificarían, en otros términos, de “clásico” y que, en consecuencia, ha estado sometido a las vicisitudes de la lectura de un libro tal. En primer lugar, la de su lectura efectiva. Como lo expresa Borges: “Clásico no es un libro (lo repito) que necesariamente posee tales o cuales méritos; es un libro que las generaciones de los hombres, urgidas por diversas razones, leen con previo fervor y con una misteriosa lealtad” (Borges, 1952). Lacan mismo y muchos de nosotros podemos dar fe de una “misteriosa lealtad” a ese texto escrito después de la guerra. En segundo lugar, tenemos el caso contrario: clásico es un libro que nadie lee, pero del que todo el mundo habal”. Adornan o llenan los estantes de las bibliotecas, convirtiéndose en una suerte de intocables, libros sagrados o motivos de celebraciones. Cito nuevamente a Borges: “El Quijote -me dijo Menard- fue ante todo un libro agradable; ahora es una ocasión de brindis patriótico […]”. Así, también ocurre que el artículo de Lacan se olvide o pueda reducirse a meras lecturas “de oídas” (Borges, 1939 [1996], p. 450).

Este último caso trae dos consecuencias, también contrarias en cierto sentido. La primera es que, entonces, dichas lecturas se constituyen en una especie de “teléfono roto” a través del cual se tejen malentendidos que cubren y falsean tanto los contenidos del texto como aquello que realmente el autor nos quiso transmitir con ellos. En ese sentido, espero que estas líneas contribuyan en algo a aclarar algunos de los malentendidos que circulan sobre este artículo de Lacan y a restituirle su valor, como un texto “punto de capitón” en el psicoanálisis o como un clásico al que, efectivamente, volvamos y leamos. Pues no sólo su antigüedad o aspecto de “intocable” puede apartarnos de él. Sus letras son exigentes en lecturas y relecturas que, a su vez, deberán someterse al mismo tiempo lógico que formulan; un tiempo independiente del tiempo cronológico.

La segunda consecuencia es que, aunque no se lo haya leído, se hace alusión a él nombrando con alguna frecuencia, al menos en ámbitos lacanianos, las tres instancias del tiempo lógico: instante de ver, tiempo para comprender y momento de concluir. Algo así como lo que ocurre con la lectura de la primera parte de Don Quijote (1605), según Cervantes, cuando en la segunda, de 1615 hace decir a uno de esos lectores: “Eso no -respondió Sansón-, porque es tan clara, que no hay cosa que dificultar en ella: los niños la manosean, los mozos la leen, los hombres la entienden y los viejos la celebran; y, finalmente, es tan trillada y tan leída y sabida de todo género de gentes, que apenas han visto algún rocín flaco, cuando dicen: “Allí va Rocinante” (Cervantes, 1615 [2005]).  De igual manera, basta que haya algún indicio temporal en cualquier evento o análisis para que se escuche nombrar alguna de esas tres modulaciones del tiempo lógico. El solo nombre da una idea de lo que se trata, aunque no se haya leído o entendido en qué consiste. Este acierto de la triple fórmula lacaniana es una razón de que no se trata sólo de un texto vigente, sino susceptible de cobrar actualidad en diversos contextos.

Enseguida veremos otras razones de su vigencia y actualidad desde la enunciación misma de Lacan. Pero, para finalizar este apartado, quisiera traer un motivo más, entre las muchos que hay, desde su contenido mismo. Se trata del hecho de que términos que constituyen parte de la estructura conceptual del psicoanálisis entran, ya desde esa época, en función y operan en las consideraciones sobre el tiempo lógico y sus sujetos. Tomo algunos de ellos, a saber, “real”, “imaginario”, (de los que nos ocuparemos pronto), significante (Lacan, p. 193), angustia (Lacan, p. 197) y, obviamente, el tiempo mismo.

¿Una lectura retroactiva? ¿Por qué? ¿En qué consiste?

Hay muchas maneras de leer un texto. Cada lector va encontrando la suya propia. En mi caso, por ejemplo, tratando de esclarecer algunos conceptos y contenidos en la obra de Lacan, me encontré con su enunciación y me di cuenta de esa manera suya de leer, après-coup, sus propias elaboraciones. Es decir, teniendo más en cuenta el tiempo lógico de las mismas que el cronológico. Me di cuenta, además, de que, en general, es así como se procede en psicoanálisis, ya sea en la clínica, la investigación, la lectura o la escritura. Por ello, no propongo la lectura histórica de un “viejo” texto, sino la retroactiva de un texto esencial.

Además, Lacan le da al artículo, en sus Escritos, un lugar que podemos calificar de “retroactivo”. Lo cito:

Nos fue pedido en marzo de 1945 por Christian Zervos que colaborásemos con cierto número de escritores en el número de reaparición de su revista, Les cahiers de l’art, concebido con el designio de colmar con el elenco de su sumario un paréntesis de cifras de su tapa: 1940-44, significante para muchas gentes.

Nos lanzamos con este artículo, perfectamente al tanto de que ello equivalía a hacerlo inmediatamente inencontrable.

Ojalá resuene con una nota justa entre el antes y el después donde lo colocamos aquí, incluso si demuestra que el después hacía antesala para que el antes pudiera tomar su fila. (Lacan, 1945 [1989], p. 187)

A primera lectura, esta última frase que subrayo es incomprensible. Pero nos da un indicio de lo que él mismo entiende por “retroactivo”. Esclarezcámosla un poco con otras expresiones en la que Lacan se refiere retrospectivamente a estos inicios de su enseñanza.

Como se sabe, él publica sus Escritos en 1966, a la altura de sus seminarios 13, El objeto del psicoanálisis y 14, La lógica del fantasma. Se trata de la recopilación de textos escritos entre 1936 y 1966. Su organización no es estrictamente cronológica, aunque guarda una cierta sucesión temporal. En ese sentido, se destacan tres textos que constituyen dos partes independientes de las otras cuatro que componen el libro, las partes Uno y Tres. Transcribo esa distribución en el índice para que pueda apreciarse mejor lo que quiero decir:

UNO

Obertura de esta recopilación (1966)

El seminario de La carta robada (1955)

DOS

De nuestros antecedentes (1966)

[Cinco textos]

TRES

El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada. Un nuevo sofisma (1945).

Intervención sobre la transferencia (1951)

CUATRO

Del sujeto por fin cuestionado (1966)

Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis (1953)

[Ocho textos más]

CINCO

[Seis textos]

SEIS

[Seis textos]

Aunque hay seis partes enumeradas, nosotros podemos leer tres grandes partes siguiendo los tres títulos en cursiva con los que Lacan precede algunas de ellas. Se trata de breves opúsculos fechados el año de la publicación de los Escritos, 1966, a través de los cuales presenta, de manera retroactiva, los textos salidos de su pluma 20 o 30 años atrás. La parte “Uno” que abre el libro está compuesta por el primero de dichos títulos, la Obertura, cosa que es comprensible, y, de manera significativa por el texto sobre el cuento de Poe. Como puede observarse, la parte “Tres” está situada entre los otros dos grandes títulos: De nuestros antecedentes y Del sujeto por fin cuestionado, sin ningún título retroactivo. Constituida justamente por nuestro texto en cuestión El tiempo lógico (1945) e Intervención sobre la transferencia de 1951, se nos aparece como un paréntesis en la secuencia. ¿Por qué Lacan les da ese lugar? Creo que, al menos, la respuesta para el que nos interesa está al principio de esa frase enigmática con la que lo situaba en après-coup y ya citada: “Ojalá resuene con una nota justa entre el antes [De nuestros antecedentes] y el después [de El sujeto por fin cuestionado] donde lo colocamos aquí, incluso si demuestra que el después hacía antesala para que el antes pudiera tomar su fila”. Podemos concluir que ese lugar es un indicio del carácter fundamental de ambos textos y que, junto con el Seminario sobre La carta robada, los tres son, sin duda, textos puntos de capitón o clásicos en el psicoanálisis.

Avancemos para esclarecer un poco más lo que Lacan quiere decir con ese carácter retroactivo que le da al artículo. Creo que estas tres citas, extraídas de De nuestros antecedentes (1966), pueden contribuir a ello:

1.- Sucede que nuestros alumnos se hacen la ilusión de encontrar “ya allí” aquello a lo que después nos ha llevado nuestra enseñanza. ¿No es bastante que lo que está allí no haya cerrado el camino? Tómese lo que aquí se dibuja en cuanto a una referencia al lenguaje como fruto de la única imprudencia que nunca nos ha engañado: la de no fiarnos de nada sino de esa experiencia del sujeto que es la materia única del trabajo psicoanalítico (Lacan, 1966, p. 61).

2.- No es para ceder a un efecto de perspectiva el ver aquí ese primer delineamiento de lo imaginario, cuyas letras, asociadas con las de lo simbólico y de lo real, vendrán a adornar mucho más tarde, justo antes del discurso de Roma[4], los potes, para siempre vacíos por ser todos tan simbólicos, con que haremos nuestra triaca para resolver los azoros de la cogitación psicoanalítica. (Lacan, 1.966, p. 62)

3.- Nos encontramos pues con que volvemos a colocar estos textos [de la segunda parte] en un futuro anterior[5]: se habrán adelantado a nuestra inserción del inconsciente en el lenguaje. (Lacan, 1966, p. 65)

Algunos podrán decir que esto está muy bien, pero que, en el marco de su última enseñanza, seguramente la perspectiva habrá cambiado. Sin embargo, me parece que otra referencia nos autoriza a conservarla. Se trata del posfacio que Lacan escribe en 1973 a la edición que acababa de publicarse de su seminario de 1964, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, dictado nueve años atrás. Lo cito transcribiendo entre corchetes dos palabras que me parecen más acordes con el original en francés que las propuestas en la traducción de Paidos[6]: “Lo que me [sorprende] cuando releo lo que fue mi palabra es la seguridad que me preservó de hacer una necedad respecto a lo que me [llegó] después” (Lacan, 1973 [1975]).

Pasemos entonces a examinar retroactivamente el tema del sujeto lógico en el artículo. Lo haremos a partir de los tres registros, ya que Lacan va a empezar por subrayar el estatuto real de dicho sujeto, diferenciándolo de los otros que son “reflejados”.

Un punto de partida: el tiempo lógico no es exclusivo del psicoanálisis

Tomaré como punto de partida la referencia de Lacan a las otras esferas en las que, más allá del psicoanálisis, es posible reconocer la puesta en marcha de ese procedimiento lógico que le permite a un sujeto situarse como tal en el texto que pronuncia o escribe: “Sin duda estas formas encuentran fácilmente su aplicación en la práctica en una mesa de Bridge o en una conferencia diplomática, y hasta en la maniobra del “complejo” en la práctica psicoanalítica” (Lacan, 1945 [1989] p. 201). Quizás el lector, haya tenido ocasión de apreciarlo en su clínica, en caso de ser psicoanalista. De mi parte, puedo decir que, además de la clínica, las he encontrado también en la literatura y he visto sus efectos saludables cuando dichas formas lógicas se tienen en cuenta en el trabajo de lectura, escritura o investigación en ámbitos académicos, desde la escuela primaria, hasta los posgrados universitarios. Relatar algunas de estas aplicaciones prácticas exigiría otros artículos. Por lo pronto, espero que esta lectura retroactiva que ofrezco hoy del texto de Lacan permita al lector su reconocimiento, cualquiera que sea su campo de trabajo o reflexión. No sé si habrá otras vías de restituir el sujeto, excluido de la academia bajo el imperativo de escribir siempre en tercera persona, en aras de una pretendida objetividad, pero esta que nos esclarece Lacan, me parece de gran utilidad en ese fin. Quizás pueda servir a algunos otros.

La metodología transversal del sujeto lógico

Así, pues, me parece que el mérito de Lacan ha sido formalizar un método que atraviesa cualquier otro método de lectura e investigación, independientemente del campo de la actividad humana del que se trate, y que constituye, en su esencia, el método del psicoanálisis[7]. Podríamos decir que se trata de un trabajo inconsciente que uno puede identificar traslapado en las diferentes fases de cualquier metodología universitaria y que está en la base de las primeras investigaciones del niño, a edad muy temprana. Por estas razones me ha parecido bien referirme a dicho método en este artículo como “la metodología transversal del sujeto lógico”. Quizás contribuya a transmitir algo del psicoanálisis en la universidad; algo que le es esencial: su método de trabajo. Aún, por fuera de la aplicación clínica, esta metodología se revelará siempre como aquella que le permite a un ser humano asumirse como sujeto de su propia enunciación, en cualquier contexto y, muy especialmente, en el de la lectura y la escritura, con independencia de si sus contenidos pertenecen a las ciencias, a las artes o al mismo psicoanálisis.

El sujeto lógico en su estatuto de real

Aquello que el método del sujeto lógico pone en relieve es que, justamente, lo que vincula dos de los procesos más comunes en la academia, investigación y sustentación, es el sujeto y no sus objetos. En efecto, una cosa es el objeto de la investigación y otra muy distinta el objeto de la interlocución, es decir, la palabra que el sujeto debe proferir para declarar sus razones al otro. Pero, al contrario, el sujeto que investiga es el mismo que debe hacer la declaración final. En el texto sobre el tiempo lógico, podemos leer este doble proceso, a partir del problema propuesto por el director de una cárcel a tres prisioneros. Los dejará solos en una habitación sin espejos. Hay cinco círculos, que podemos suponer de cartón: dos negros y tres blancos. Él pondrá un disco en la espalda de cada uno de los tres, sin decirle cuál. Así que ninguno sabe qué círculo lleva a la espalda, pero puede ver el de los otros dos. Ese círculo en la espalda es el objeto de investigación, pues la idea es que cada uno pueda concluir cuál es su color sin hablar con los otros. Aquel que lo sepa podrá salir de la habitación y dar las razones de su conclusión. Este es el segundo proceso, que, en el lenguaje de nuestros días, podríamos llamar “sustentación”. En él lo que se pone en juego es, pues, la palabra del sujeto. Si las razones que expresa son satisfactorias, obtendrá su libertad.

Lacan muestra que el tiempo necesario para que se dé la investigación que concluye en la conclusión sobre sí, es decir, sobre el atributo que se lleva a la espalda, se modula en las tres instancias de tiempo que mencionamos más arriba: el instante de la mirada, el tiempo para comprender y el momento de concluir (Lacan, 1945 [1989], p. 194). Estos tres momentos de la evidencia, como también los llama Lacan, están separados por dos escansiones suspensivas o tiempos de detención, y son modulados en el texto mismo de la enunciación del sujeto que sostiene su conclusión. Esto implica que no debemos confundir el sujeto real del movimiento lógico, los sujetos que le permiten una reflexión sobre sí mismo y los sujetos de la enunciación que él asume durante la sustentación de su conclusión. Así lo aclara Lacan al principio del artículo: “Llamaremos A, al sujeto real que viene a concluir sobre sí mismo. B y C a los otros reflejados sobre la conducta de los cuales establece su deducción” (Lacan, 1945 [1989], p. 189). Y más adelante especifica: “A designa a cada uno de los sujetos en cuanto que está él mismo en la palestra y se decide o no a concluir sobre sí mismo. B y C son los otros dos en cuanto objetos del razonamiento de A”. (Lacan, 1945 [1989], p. 190). Indico el estatuto real del sujeto con azul y el imaginario con verde, de acuerdo con los colores con los colores con los que están identificados en el nudo borromeo del seminario 23, El Sinthome (Lacan, 1975-76 [2006], p. 70)

Aclaremos algunos términos. “Palestra” es, según el diccionario, el lugar en el que antiguamente se celebraban justas y torneos; y, más tarde, ejercicios literarios públicos. También designa el lugar desde donde se habla o actúa en público. Se dice, por ejemplo: «el que tenga algo que decir puede subir a la palestra». La imagen de la izquierda muestra un entrenador griego en la palestra[8]; la de la derecha, una palestra de Pompeya.

Sobre esta base, nos damos cuenta, con mayor razón, de lo que quiere decir ese estatuto de real con el que Lacan distingue al sujeto lógico: “en cuanto que está él mismo en la palestra y se decide o no a concluir sobre sí mismo”. Es decir, aquel que decide subir al “ruedo” para el torneo que decidirá sobre sí mismo y que, tendrá, entonces, al final de este, algo que decir al respecto. Es justamente, lo que ocurre con los testimonios del pase, según el dispositivo propuesto por Lacan para los analistas de su Escuela. En esos momentos el sujeto pone en juego todo su ser: cuerpo, voz y palabra.

Volviendo a la distinción de los registros del sujeto lógico, aclaro que B y C son imaginarios, en la medida en que son objetos del pensamiento de A. Es decir, en el diálogo que A lleva consigo mismo respecto al problema, ellos están ausentes, pues, aunque puedan estar presentes en la palestra con A, no hablan con él. Esto corresponde a la definición de sujeto imaginario propuesta desde Saussure: es aquel de quien se habla en el diálogo, sin que intervenga en él. Pero, en este caso de los tres prisioneros, su función no es imaginaria, ya en el sentido psicoanalítico del término, porque no se trata de una identificación de A con ellos; sino de un vínculo simbólico, pues de lo que se trata es de pensarse en relación con esos “otros”, a partir de la diferencia simbólica establecida en el juego: blanco o negro.

Es importante, pues, tener en cuenta estos dos estatutos diferentes de los sujetos, el real de aquel que está en la encrucijada y decide o no concluir algo sobre sí mismo, y el imaginario de aquellos dos, a partir del cual el sujeto real podrá llevar a cabo su razonamiento. Por eso no se hablan entre sí. Dos de ellos serán siempre “objetos del razonamiento” del sujeto real. Sobre esa precisión, Lacan continúa: “Pero si éste [A] puede imputarle correctamente [a B o a C] una cogitación de hecho falsa no podría en cambio tener en cuenta más que su comportamiento real”. Ese “comportamiento real” está constituido, entonces, por los movimientos reales de B y C, que se reducen, esencialmente, a dos vacilaciones. En otras palabras, el encuentro del objeto de la búsqueda por parte de A es el resultado de un razonamiento silencioso, pero orientado por la brújula del movimiento real del sujeto objeto del razonamiento.

Finalmente, en el momento de la sustentación, A, en tanto sujeto real es quien pronuncia en voz alta las razones de su conclusión. Él es, pues, el sujeto lógico, siempre real. El único que ha decidido concluir algo sobre sí mismo y da el paso al frente para declarar al director de la prisión dichas razones y obtener su libertad. B y C, valga la insistencia, no son reales, sólo objetos de su razonamiento. Por eso el sujeto lógico, además de real, transita en solitario ese camino lógico, sólo que no lo puede llevar a cabo sin contar con las vacilaciones que percibe de los otros que están en su misma encrucijada. Por ello no se trata de la armonía ideal de tres sujetos que saldrían al unísono. Sería una ilusión que está muy lejos de los hechos humanos. Tampoco se trata de un trabajo en equipo. Se trata más bien del “uno por uno” que el psicoanálisis ha formulado y su absoluta soledad en la decisión que toma, el camino que emprende (contando con otros, pero sin ellos) y la conclusión a la que puede llegar. Aunque en el apólogo los tres salen simultáneamente, la declaración de las razones es uno por uno, tal como ocurrió en la investigación. Así podemos entender lo que Lacan plantea al respecto: “[…] si bien no se es todos cuando se toca lo verdadero, ninguno sin embargo lo toca sino por los otros” (Lacan, 1945 [1989], p. 201).

El sujeto lógico en el nivel de la enunciación o el sujeto simbólico
Enunciación y enunciado

Son muchísimas las ocasiones en las que Lacan insiste, sobre todo a partir de 1953, en que, para situar un problema desde el punto de vista psicoanalítico, es necesario considerarlo desde los tres registros, Real, Simbólico e Imaginario. Ya vimos las coordenadas que sitúan en lo real al sujeto lógico, A. También la manera, como, al ser objeto del razonamiento de los otros dos sujetos, lo que se pone en primer plano es su dimensión imaginaria. Nos resta situarlo simbólicamente. Para ello es necesario reconocer, entonces, los niveles de su palabra: los de la enunciación y el enunciado. Sinteticemos la diferencia entre ambos niveles a partir de las preguntas clásicas:

 

NIVEL DE LA ENUNCIACIÓN O DEL DECIR:

¿Quién dice?: La respuesta es el sujeto emisor o hablante, indicado en la interlocución por un pronombre en primera persona (yo o nosotros).

¿A quién lo dice?: La respuesta es el sujeto receptor, interlocutor, indicado por el pronombre de segunda persona (tu, vos, usted, ustedes, vosotros)

En este nivel encontramos el sentido del texto, que responde a la pregunta: ¿con qué propósito el sujeto dice lo que dice a su interlocutor?

 

NIVEL DEL ENUNCIADO O DEL DICHO:

¿Qué es lo dicho por el sujeto? La respuesta a esta pregunta por el objeto dicho, indicada por el “¿qué?”, nos lleva a aislar el contenido o discurso del sujeto. En términos de objeto, podemos contestar que dijo “esto” o “aquello”. Es en este nivel que encontramos los significados del texto. Además, dentro de eso dicho los sujetos de los que habla el sujeto están indicados en tercera persona (él, ella, ellos, ellas). Y tienen un doble estatuto de objeto y sujeto. Pues son, por un lado, objetos de la enunciación; pero, dentro del enunciado mismo son sujetos de los enunciados, siempre imaginarios, pues no participan en la interlocución entre la primera y la segunda persona.

Ejemplos típicos desde el punto de vista del receptor nos ayudan a situar estas distinciones importantes, en primer lugar, el nivel real de la voz como diferente del nivel de la cadena significante: “No fue lo que me dijo, sino el tono en el que me lo dijo lo que me molestó”. Y, en segundo lugar, la enunciación del enunciado: “Entendí lo que me dijo, pero no el propósito con que me lo dijo: ¿Qué quería agredirme o agradarme?” Si suponemos una respuesta como esta en el enunciador: “Lo que yo quería decirte era X o Y”.  Notamos que la presencia del pronombre personal, “yo”, es inevitable. Sólo ese sujeto hablante puede explicar o aclarar lo que dijo. La distinción del sujeto, respecto a otros sujetos susceptibles de estar en ese lugar de la cadena significante, es el índice del nivel simbólico del sujeto así indicado en presencia, por el sujeto que habla. En otras palabras, con ese significante “yo”, el hablante se refiere a sí mismo y no a otro.

Benveniste dice que “En tanto que realización individual, la enunciación puede definirse, en relación con la lengua, como un proceso de apropiación”. Y más adelante: “El acto individual de apropiación de la lengua introduce al que habla [A] en su habla”. “En su habla”, es decir en la cadena significante a través, claro, de un significante concreto; el pronombre “yo” (Benveniste, 1970, [1979], p. 84-85).

Del sujeto aristotélico del conocimiento al sujeto lógico lacaniano

Lacan sitúa ese proceso que los lingüistas llaman de “apropiación de la lengua”, en el registro del sujeto del conocimiento; entendiendo este conocimiento en los términos aristotélicos. Es decir, en el hecho de que el conocimiento no correspondería a un hecho de naturaleza divina, sino a un proceso lógico esencialmente humano. En ese sentido, recordamos la estructura del razonamiento aristotélico que es el elemento clave de ese proceso, a través del ejemplo típico:

Premisa mayor o universal: Todos los hombres son mortales

Premisa menor o particular: Sócrates es hombre

Conclusión: Sócrates es mortal.

En ese sentido, Lacan reconoce en la conclusión de cada prisionero, en tanto que A, un sofisma. Sólo que nos da una definición que, por lo menos a mí, me parece absolutamente novedosa y que ameritaría otro artículo para intentar comprender lo que nos quiere decir. Así que me limito a consignarla para que podamos tener una idea del contexto de la elaboración de Lacan: “Nos parece, en efecto, [La solución propuesta por A] como un notable sofisma, en el sentido clásico de la palabra, es decir como un ejemplo significativo para resolver las formas de una función lógica en el momento histórico en que su problema se presenta al examen filosófico” (Lacan, 1945 [1989], p. 189)

Pero, Lacan nos va a descubrir, a partir de su lectura de ese sofisma, el sujeto lógico, es decir, aquel que va más allá del sujeto aristotélico del conocimiento. En otras palabras, da un paso más allá del filósofo griego, cuando incluye un elemento clave que pasa a menudo desapercibido: los dos puntos de corte o escansión que se dieron en el proceso y están indicado, según él en el sofisma. A partir, pues de la estructura aristotélica del razonamiento da un paso más, al incluir lo que para él es clave en dicho proceso: dos puntos de corte o escansión. Lo cito: “El sofisma conserva pues, tras la prueba de la discusión, todo el rigor constrictivo de un proceso lógico, a condición de que se le integre el valor de las dos escansiones suspensivas, lo cual en esta prueba se muestra verificado en el acto mismo en que cada uno de los sujetos manifiesta que ello le ha llevado a su conclusión”. (Lacan, 1945 [1989], p. 191). A continuación, leamos la conclusión a la que se refiere Lacan. Transcribo en cursiva el razonamiento que A supone en B y C, para diferenciarla de su propia enunciación:

“Soy un blanco, y he aquí cómo lo sé. Dado que mis compañeros eran blancos, pensé que, si yo fuese negro, cada uno de ellos hubiera podido inferir de ello lo siguiente: ‘Si yo también fuese negro, el otro, puesto que debería reconocer en esto inmediatamente que él es blanco, habría salido enseguida; por lo tanto, yo no soy un negro’. Y los dos habrían salido juntos, convencidos de ser blancos. Si no hacían tal cosa, es que yo era un blanco como ellos. Así que vine a la puerta para dar mi conclusión”. (Lacan, 1945 [1989], p. 188)

Veamos entonces, cómo lee Lacan el sofisma y el lugar que da a las dos escansiones que, según él, deben integrarse en el proceso lógico para ratificar su “rigor constrictivo”.

El sujeto de la enunciación en el instante de la mirada

En el instante de la mirada, el sujeto de la enunciación es el sujeto del conocimiento en su forma impersonal: el “se”, de la fórmula inicial de una investigación, cuando se establece el estado de la cuestión o el marco teórico: “se sabe que…”. El movimiento lógico implica en este instante una exclusión lógica que tiene el valor de una evidencia. El sujeto modula la matriz de lo que será la hipótesis sobre el objeto de la investigación: “Siendo X, entonces solamente uno sabe que…”. En el caso de los tres prisioneros sería: “Estando ante dos negros, se sabe que se es un blanco”. (Lacan, 1945 [1989], p. 194). Si A hubiera visto esos dos negros, hubiera salido enseguida; pero como no los ve, pues, al contrario, ve dos blancos entonces se detiene. Es la primera escansión o suspensión del movimiento. El sujeto vacila, pues se le ofrecen dos direcciones, blanco o negro, y no una sola.

El sujeto de la enunciación en el tiempo para comprender

El tiempo para comprender empieza entonces en la formulación de hipótesis sobre lo que los otros dos pueden estar suponiendo a partir de esa primera escansión. Así, en el tiempo para comprender, se trata del sujeto indefinido recíproco, expresado por A en la hipótesis: “Si yo fuese un negro, los dos blancos que veo no tardarían en reconocerse como blancos”. En este punto, aclaremos términos. (Lacan, 1945 [1989], p. 195)

1.- ¿Por qué es un sujeto indefinido? Porque, desde el punto de vista gramatical, el lugar del sujeto en la oración está ocupado por un pronombre indefinido[9]. Es decir, un pronombre que no define exactamente a quién se refiere: alguien, algunos, unos, muchos, etc. En este caso, se trata de B, nombrado como “uno” y C, como “otro”.

2.- ¿Por qué es, además de indefinido, recíproco? Lacan precisa que el sentido de este tiempo para comprender “subsiste con la forma [gramatical] que engendra de sujetos indefinidos salvo por su reciprocidad […]” (Lacan, 1945 [1989], p. 195). Entendemos que la reciprocidad pone un límite a la indefinición de los dos sujetos. Cuando se habla de sujeto recíproco, estamos situados desde el punto de vista sintáctico. Y en ese punto es necesario no confundir recíproco con reflexivo[10]. Mientras que en el reflexivo la acción recae en el mismo sujeto como objeto (él se lava las manos), en el recíproco, la acción recae sobre otro sujeto como objeto (ellos se hablaron ayer: se entiende uno al otro). Es en ese sentido que Lacan apunta más adelante: “El segundo [sujeto] que se expresa en “los dos blancos” que deben reconocer-“se el uno al otro”, introduce la forma del otro en cuanto tal, es decir como pura reciprocidad, puesto que el uno no se reconoce más que en el otro y no descubre el atributo que es suyo sino en la equivalencia del tiempo propio de los dos.” (Lacan, 1945 [1989], p. 197).

Me parece importante subrayar esta función del “otro” en el proceso lógico, para no confundirla con la función imaginaria que hay en su base. Así que tomemos una última referencia de Lacan al respecto. Algunas páginas después, anotará que la forma lógica responde a un tipo de relación específica: la de “una forma de objetivación que ella [la forma lógica] engendra en su movimiento, es a saber a la referencia de un “yo” [“je”] a la común medida del sujeto recíproco, o también: de los otros en cuento tales, o sea: en cuento son otros los unos para los otros” (Lacan, 1945 [1989], p. 201). Es en ese sentido que “los otros” constituyen un “término lógico” (Lacan, 1945 [1989], p. 201).

3.- ¿Por qué se trata de una hipótesis? El movimiento lógico lleva a la formulación de la hipótesis auténtica e implica un tiempo de meditación, según los indicadores de hipótesis: “si…, entonces…”, implicados en la frase: “Si yo fuese un negro, [entonces] los dos blancos que veo no tardarían en reconocerse como blancos”

El sujeto de la enunciación en el momento de concluir

Así, el movimiento reflexivo sobre sí, a partir de la relación recíproca de los otros dos sujetos, permite al sujeto que investiga tomar su lugar en la enunciación de su propio discurso. En otras palabras, en el momento de concluir, un sujeto lógico se desprende de aquel indefinido recíproco de la enunciación. Lacan lo define en estos términos : “El sujeto lógico no es allí otro que la forma personal del sujeto del conocimiento, aquel que sólo puede expresarse por “yo” [je]. Dicho de otra manera, el juicio que concluye el sofisma no puede ser formulado sino por el sujeto que ha formado el aserto sobre sí, y no puede sin reservas serle imputado por algún otro, al contrario de lo que sucede con las relaciones del sujeto impersonal y del sujeto indefinido recíproco de los dos primeros momentos que son esencialmente transitivas, puesto que el sujeto personal del movimiento lógico las asume en cada uno de esos momentos”. (Lacan, 1945 [1989], p. 197)

El aserto que el sujeto ha formado sobre sí es una afirmación de la certeza de algo. En el caso de A, sobre un atributo de sí mismo: “yo soy un blanco”. En nuestros términos, diremos que se trata del contenido o enunciado de lo pronunciado por el sujeto. Sólo que, así considerado, el sujeto de la enunciación que lo pronuncia no aparece. No se sabe quién hace esta declaración. Ese “yo” de la frase atributiva es, pues, el sujeto de dicho enunciado y el predicado atributivo, “soy blanco”, es el resultado de la investigación, el objeto encontrado al final de ella. Sobre la aserción y su vínculo con la enunciación, Benveniste escribe: “Tanto en su sesgo sintáctico como en su entonación, la aserción apunta a comunicar una certidumbre, es la manifestación más común de la presencia del locutor en la enunciación, hasta tiene instrumentos específicos que la expresan o implican, las palabras si y no que asertan positiva o negativamente una proposición”. (Benveniste, 1970 [1979], p. 87).

En el nivel sintáctico, la aserción hace parte del repertorio del aparato de las grandes funciones de la enunciación, constituido, además, por la interrogación, el llamado y las órdenes. Sólo que el autor reconoce que es, entre todos ellos, aquel donde es menos evidente la relación con la enunciación. Efectivamente, a nosotros se nos aparecía como un contenido o enunciado. Aceptemos este criterio de Benveniste, a partir del cual vamos entendiendo, entonces, porqué Lacan atribuye el momento del aserto a aquel donde la forma del sujeto lógico llega a ser personal.

Pero sigamos buscando los indicadores expresos de la presencia del sujeto de la enunciación. Es ese “yo” de la enunciación, digámoslo, en un grado segundo (teniendo en cuenta que el “yo” del aserto, sería el grado primero)[11], el objeto buscado en la sustentación de la conclusión. Por ello, Lacan subraya la diferencia con las otras dos modulaciones del tiempo lógico: no se trata de sujetos imputados por otros; sino del sujeto, A, que sólo puede declararlo porque el contenido de lo que dice es su propio aserto. Esta lógica del sujeto es la misma de una “lógica colectiva” que podría completar la lógica clásica. Veámoslo en el razonamiento que Lacan propone al final de su artículo como integrando el aserto conclusivo anticipante, que faltaría en la lógica clásica. (Lacan, 1945 [1989], p. 202).

Pero antes, sobre lo escrito por Lacan, identifiquemos los tres registros. Suponemos que es el sujeto A, real, quien pronuncia cada frase. Su voz y cada fonema pronunciado constituyen el registro real de su enunciación y deben suponerse en azul. No lo confundimos con el nivel simbólico de la misma, cuyos contenidos son los que nos interesa subrayar en rojo, según el mencionado nudo borromeo.

Un hombre sabe lo que no es un hombre

Los hombres se reconocen entre ellos por ser hombres

Yo afirmo ser un hombre, por temor de que los hombres me convenzan de no ser un hombre. (Lacan, 1945 [1989], p. 203)

En el caso de los prisioneros sería:

Se sabe que estando ante dos negros se es un blanco. (No veo dos negros, así que me detengo).

Estos blancos, se reconocen el uno al otro como blancos. (¿Qué han visto en mi espalda? Puedo ser blanco o negro. Así que me detengo a pensar un poco más. Si ninguno ha visto dos negros, entonces están en mi misma situación, así que entonces yo soy un blanco)

Yo afirmo ser un blanco por temor de que estos blancos me convenzan de no ser un blanco.

B y C, en sus respectivos estatutos reales, es decir, en el lugar de A, pueden articular las dos primeras premisas respecto a A (“se sabe que…” y “el uno al otro se reconocen”), que estaría entonces, para ellos dos, en el lugar hipotético del sujeto recíproco e imaginario, B y C. Veamos en la siguiente tabla comparativa estos movimientos subjetivos, según cada modulación del tiempo lógico y sus respectivas escansiones:

Es muy bella la manera cómo el sujeto lógico, real, ha logrado situarse finalmente, en los dos grados de la enunciación, como sujeto personal, a partir de los dos primeros sujetos, el impersonal, “se”, y el indefinido recíproco “uno al otro”.  Así, como explicará Lacan más tarde, efectivamente, la constitución del objeto se subordina a la realización del sujeto (Lacan, 1953 [1989], p. 281), entendemos, la del sujeto de la enunciación. En este caso, el objeto, “blanco”, se ha constituido, en términos de un aserto, en dependencia de la realización del sujeto lógico del conocimiento, que no puede estar sino en el nivel de la enunciación. Entendemos aquí por “conocimiento” lo que Lacan sitúa en el nivel de la verdad subjetiva, de un saber sobre el propio ser.

Final abierto: las preguntas

Es en este punto con lo que se abren las preguntas que finalizan nuestro artículo. En el registro clínico, por ejemplo, queda la pregunta abierta por si se trataría del mismo proceso cuando se trata de un saber del sujeto sobre el goce. Y en los campos de la lectura, la investigación y la escritura, donde sabemos que el proceso lógico se lleva a cabo muchas veces sin darnos cuenta, podemos preguntarnos, a partir de estos movimientos subjetivos, ¿cómo definir o identificar a los “otros” dos en un determinado proceso? De igual manera, ¿cómo identificar los momentos de corte o escansión, sin los cuales no podría tratarse de un proceso lógico, según lo plantea Lacan? Responderlas nos permitiría resolver de alguna manera, en primer término, el problema del sujeto en el texto, cosa que escapa a los métodos convencionales; y en un registro más amplio, contribuir a la inclusión del sujeto, es decir, de lo humano, en ámbitos académicos. En ese sentido, concluye Lacan su artículo, después de proponer el razonamiento lógico con el aserto subjetivo anticipante: “Movimiento que da la forma lógica de toda asimilación “humana”, en cuanto precisamente se plantea como asimiladora de una barbarie, y que sin embargo reserva la determinación esencial del “yo” [“je”] (Lacan, 1945 [1989], p. 203).

[1] Pierre Naveau fue psicoanalista, AE y miembro de la ECF y de la AMP. Le dedico este artículo en el 75 aniversario de su nacimiento, el 26 de abril del 2022, como muestra de mi gratitud.

[2] La comisión de carteles de la NEL-Medellín, de la que soy responsable por este periodo 2020-22, presentará un trabajo al respecto en una noche de Escuela del mes de agosto del 2022. Quedará un video en el Yotube de Medios de la NEL-Medellín.

[3]Cf. El video en la que extraigo el término “punto de capitón” de la enseñanza de Lacan, a propósito de un texto de Freud. Minuto 3 y ss.: https://www.youtube.com/watch?v=cxT2SBaTYi8

[4] Creo que Lacan se refiere aquí a su conferencia: Lo simbólico, lo imaginario y lo real de 1953.

[5] “Futuro anterior” corresponde, en español al futuro perfecto: “yo habré jugado”. En francés es: “j’aurai joué”.

[6] Paidós, p. 289: “Lo que me impresiona cuando releo lo que fue mi palabra es la seguridad que me preservó de hacer una necedad respecto a lo que se me dio después”. En Francés (Seuil, edición de Poche, p. 312): “Ce qui me frappe quand je relis ce qui fut ma parole c’est la sûreté qui me préserva de faire bêtise au regard de ce qui me vint depuis ».

[7] Retroactivamente, podemos apreciar la manera cómo Freud había abierto sus surcos en artículos como “Recordar, repetir y reelaborar” de 1914 (Amorrortu, XII, p. 156-57). Y prospectivamente, lo vemos constituir el trabajo de lo que Lacan llamará muchos años después “el órgano de formación de su Escuela”, el cartel (Acta de Fundación, 1964).

[8] Atribuida al pintor de Bygos. Imagen tomada de “Palestra”. Wikipédia: https://es.wikipedia.org/wiki/Palestra

[9] Cf. Pronombres indefinidos en español: https://www.wikilengua.org/index.php/Pronombre_indefinido.

[10] Cf. http://openbooks.library.umass.edu/gramatica-espanol/chapter/gramatica-basica-3-2-las-expresiones-reflexivas/

[11] Cf. Por ejemplo, el grafo del chiste en el seminario 5 y el del deseo, en el seminario 6.

REFERENCIAS

  • Benveniste, Emilio (1970). “El aparato formal de la enunciación” en Problemas de lingüística general II. (3ª. ed.). México: Siglo XXI, 1979, pp. 82 – 91.

  • Borges, Jorge Luis (1952). “Sobre los clásicos” en Otras inquisiciones. Disponible en:  https://ciudadseva.com/texto/sobre-los-clasicos/. Acceso 26 de abril 2022.

  • Borges, Jorge Luis. (1939). Pierre Menard, autor del Quijote en Obras completas 1923-1972. Buenos Aires: EMECÉ Editores, 1996, p. 450.

  • Cervantes, Miguel de. Cervantes, Miguel de (1615). Don Quijote de la Mancha. RAE, Edición del IV centenario, 2005, p. 572.

  • Lacan, Jacques (1966). “De nuestros antecedentes” en en Escritos 1. (15ª ed.). Bogotá: Siglo XXI Editores, 1989, pp. 59-66.

  • Lacan, Jacques (1945). “El tiempo lógico y el aserto de certitud anticipada” en Escritos 1. (15ª ed.). Bogotá : Siglo XXI Editores, 1989, pp. 187-203.

  • Lacan, Jacques (1966). “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis” en Escritos 1. (15ª ed.). Bogotá: Siglo XXI Editores, 1989, p. 281.

  • Lacan, Jacques (1964). Seminario 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós, 2006, p. 289.

  • Lacan, Jacques (1975-76). Seminario 23, El Sinthome. Buenos Aires: Paidós, 2006, p. 70.