Nota Editorial
FABIÁN SCHEJTMAN
Miembro de la EOL y la AMP
Universidad de Buenos Aires
fschejtman@gmail.com
RUA, la formidable Red Universitaria Americana de la FAPOL, enlaza a los practicantes del psicoanálisis de la Orientación Lacaniana que en este continente apostamos a una operación del deseo del analista que no se deja limitar por las paredes de un consultorio, que expande sus efectos sobre la ciudad y sus instituciones, en este caso específicamente la universidad. Es que el discurso no es cuestión de edificios: del mismo modo que sillón y diván, ni institución analítica alguna, garantiza la prevalencia del discurso del psicoanalista, tampoco los claustros universitarios deben confundirse con el discurso homónimo. La burocracia, a la que se refirió Lacan formalizando el discurso universitario, excede con mucho la universidad que tantas veces se muestra permeable a la intrusión de otros discursos, prácticas, saberes… ¿por qué no a la injerencia del deseo del analista, cuando la acción lacaniana[1] nos convoca precisamente a eso? Cythère?, revista de la RUA, se sostiene enteramente de esa apuesta.
En su Seminario 20 Lacan planteó que el discurso universitario debía escribirse en francés “uni-vers-Cythère” (unidos-hacia-Citeres) “ya que va a impartir educación sexual”. Y continuó: “Ya veremos adonde va a parar eso. Pero sobre todo nada de ponerle trabas. Que de ese punto de saber nada más, que se coloca exactamente en la posición autoritaria del semblante, pueda difundirse algo que tenga como efecto mejorar las relaciones de los sexos, es cosa mandada a hacer para provocar la sonrisa del analista. Aunque, después de todo, ¿quién sabe? Ya lo hemos dicho, la sonrisa del ángel es la más necia de las sonrisas, por tanto no hay que ostentarla nunca. Pero está clarísimo que la idea de demostrar en la pizarra algo relacionado con la educación sexual, desde el punto de vista del discurso del analista, no aparece como cosa prometedora en lo que a felicidad y buenos encuentros se refiere”.[2]
Y bien, el signo de interrogación que puntúa el nombre de nuestra revista, además de recoger el tono desprovisto de esperanza que Lacan entrega en este párrafo de su seminario, alberga asimismo el “¿quién sabe?” que se filtra también por allí, dejando abierto el interrogante por lo que generará el discurso universitario –y el del capitalismo, que aquél anticipa en su enseñanza– en los años por venir, y no sólo respecto de las relaciones entre los sexos. Y apuesta, como se indicó, a la incidencia –clínica, epistémica y política– del deseo del psicoanalista en ello. Por lo demás, tal puntuación interrogativa, muestra a Cythère? navegando en la huella de Ornicar? Botada desde el puerto del Departamento de Psicoanálisis de París VIII en 1975, navegante vigorosa por distintos mares pero siempre bajo el mismo estandarte, Ornicar? ha dejado una insoslayable estela que nuestra revista retoma decididamente en las aguas de una actualidad que de ningún modo pueden suponerse calmas.
Ésta, la segunda entrega de Cythère?, surca esas aguas impulsada por seis artículos aprobados por referato y dos contribuciones especiales. Los primeros, de Viviana Berger, Gastón Cottino, Carolina Rovere, Ángel Sanabria, Ana González y Alejandro Willington, muestran la vía por la que, desde la orientación lacaniana, pueden servirse del discurso universitario y sus requisitos… para prescindir de él: abordan lo que el psicoanálisis les ha enseñado sobre un abanico temático que incluye estudios sobre las presentaciones de enfermos, la ironía, el debate género-sexuación, el autismo, lo femenino en Antígona y la semiósfera de Lotman. Por su parte, las extraordinarias contribuciones de Eric Laurent y Graciela Brodsky examinado respectivamente “Los dos pliegues del síntoma y la institución” y “El poder de los objetos. El régimen de la pulsión en la sociedad virtual” nos entregan preciosas cartografías para orientarnos en los mares turbulentos de nuestra época.
A ustedes, queridos lectores, los invitamos a embarcarse en este segundo número de Cythère? Y, entonces, a navegar con nosotros: ¡buena lectura!