Beatriz era alta, frágil, muy ligeramente inclinada; había en su andar (si el oxímoron* es tolerable) como una graciosa torpeza …”1

La magia, la potencia y la música de la “graciosa torpeza” de la Beatriz de Borges, cómo sería considerada en una Cámara Gesell? Dónde ubicar la verdad subjetiva? En la torpeza, en la gracia? Según su amante – Borges- ninguna de ellas la define. La misteriosa conjugación de ambas modalidades, que resultan en algo nuevo y único, apenas logran captar una faceta de la belleza del ser amado.

El órgano del poder judicial que se encarga de la investigación penal de los delitos, prevée un procedimiento particular, de recopilación de la prueba, para las víctimas infantiles de abuso sexual y maltrato.

El Ministerio Público de la Acusación de nuestro país (que se replica de modo similar en las provincias), dispone de un protocolo especial para la recepción de testimonios de niños, niñas, adolescentes (y personas con padecimientos mentales). Además de velar por el testimonio único, la no presencialidad del niño en sede judicial, evitar la reiteración, exposición y revictimización de las infancias, propone la técnica de la cámara Gesell como modelo de cuidado del niño.

Dicho dispositivo es presentado como una cómoda habitación, en la que se disponen objetos para jugar, lápices, goma, fibras y hojas para dibujar. El niño/a estará acompañado por un profesional de la psicología, que llevará adelante la entrevista.

Sin embargo, ello no es todo. La habitación consta de dos partes. La parte en la que se desarrolla la escena precitada, vela al niño, a través de un espejo unidireccional, la existencia de otra habitación contigua en la que se encuentran observando las partes intervinientes en el juicio. Es decir que, la presentación amable de una conversación confidencial, es en realidad el panóptico. A fin de implementar las garantías procesales, en la segunda habitación se encuentra el o los jueces, el/los defensores, querellantes, peritos de parte … la lista se puede multiplicar a uno o más actores de cada instancia.

Así mismo, en el curso de la entrevista, el profesional ha de salir del espacio del niño y recabar información con los adultos de la sala contigua, acerca de las preguntas que ha de incluir, una vez que retorne con la víctima. Hay un punteo de interrogantes a despejar, antes de la prueba, tanto como la posibilidad de incorporar nuevos cuestionamientos según el curso de la entrevista.

Otro punto interesante a localizar es el interés del sujeto en llevar adelante la experiencia o no. Es decir, el grado de consentimiento a hacer la prueba, más allá de la información legal y/o cognitiva que se le haga sobre la misma.

El momento cronológico en que acaece el peritaje en relación al tiempo subjetivo, es otro detalle no menor a considerar. Tanto como la edad del sujeto al momento de la evaluación, y el conocimiento del profesional o existencia de una transferencia de trabajo previa al llamado judicial.

Me pregunto, el dispositivo de la Cámara Gesell como paradigma del acceso a la realidad subjetiva, no produce su exclusión, al forzar la verdad de la verdad? El niño sale de allí esclarecido o confundido? El tránsito por la justicia se ordena a la reparación o traumatiza?

Basado en las buenas intenciones, el montaje escópico predispuesto, junto a la mirada inquisitiva replicada, no termina por reforzar el lugar de víctima? La ocasión privilegiada de resguardar la subjetividad, en numerosas ocasiones, termina por obturarla y hasta incrementar el sufrimiento.

Muchas veces ocurre que, la estructura de ficción de la verdad se pierde en los procedimientos. Quién interpreta? El juez desde la ley? El defensor o el fiscal cada uno desde su defendido? La autoridad de quién hace la interpretación está en cuestión o no hay consenso, y con ello, lo explícito del relato no revela el lugar de la enunciación.

La clínica especular como demostración empírica de la verdad, no capta la equivocidad del lenguaje. Querer acceder a una verdad absoluta, no hace más que mentir sobre aquello que está en juego. El lenguaje como aparato de goce, que se esconde bajo la mascarada de la comunicación, no es tenida en cuenta por la justicia. Qué lugar al dolor subjetivo y al malentendido? El goce de lalengua que fluye por el lenguaje común no se capta, a menos de que haya un analista allí; que, con su presencia, permita su aparición y registro, como marca singular.

La presencia del analista abre un vacío, poniendo en juego el no saber; diferenciar entre el registro de la comunicación y le dimensión del decir. La inexistencia de la verdad toda, absoluta, completa, funda el síntoma, allí donde el universal no existe. De allí que, el medio dicho de la verdad del síntoma es vehiculizado por el analista. Allí dónde es convocado o encuentra un intersticio para operar, la subjetividad tendrá su oportunidad.

 

Camila Candioti

 


1 Borges, Jorge Luis. El Aleph. 1949.