El declinamiento del nombre del padre deja a los adolescentes desorientados. La heterosexualidad aparecía como única posibilidad, como una elección forzada, aunque fuese un semblante que recubriera la otra elección, la “verdadera”. En la época victoriana no era una posibilidad declararse “lesbi”, “gay”, “bi” o cualquier otra nominación que surja. El film “El código enigma” por ejemplo nos muestra las peripecias que atravesó Alan Turing en relación a su sexualidad y los intentos que hacían para corregir la desviación.
Actualmente se tienes la libertad de elegir lo que se quiera, en todo sentido. Lo que puede parecer un logro, y en cierto sentido lo es, en otro sentido deja sin guía, sin un norte hacia donde dirigirse. Empujando a los sujetos en un derrotero que sería la otra cara de lo que vivió Turing, pero no por ello menos angustiante.
Tal fue el caso de M., joven que nace biológicamente masculino y por sentirse mujer decide cambiar su identidad en el DNI, sin intervenir su cuerpo con cirugías u hormonas. Al tiempo decide que finalmente (¿finalmente?) va a ser varón y pide nuevamente modificar su documento, pero con un nombre diferente al que le dieron al nacer. Es en ese momento que a pedido del juez se produce el encuentro con una analista que se desempeña como perito psicóloga en el juzgado, que se detuvo a escucharlo y con esa escucha pone pausa también al derrotero de cambio de identidad que daban cuenta de la desorientación de ese sujeto y lo invita a escucharse en su enunciación para no permanecer perdido en la posibilidad contemporánea de elegir sin orientación alguna. A partir de preguntarse de que sufre ese sujeto la practicante del psicoanálisis pudo recortar del decir del mismo que sentirse no escuchado lo sumerge en un constante acting out. Por ello dirá en su informe que el entrevistado golpea la puerta del Otro (en este caso la justicia) con el afán de ser escuchado desde su enunciación. La perito sugiere permitir que porte el nuevo nombre no binario que le permite ser un “gay común” y le propone comenzar un análisis donde su palabra tenga otro lugar que hasta el momento.
Claramente el aporte del psicoanálisis a la época es dar valor a la palabra de los sujetos y permitirles, a partir de anclar su decir, encontrar la orientación necesaria que en la sociedad actual no viene del nombre del padre ni parece venir de otro lado. Siendo clave en la adolescencia, momento en que el sujeto debe enfrentar la salida de la infancia, la diferencia de los sexos y la intromisión del adulto en el niño, tal como señala Miller en su artículo “En dirección a la adolescencia”. Que los practicantes del psicoanálisis ocupen espacios institucionales donde circulan niños y jóvenes, como escuelas, juzgados, hogares de acogida, comunidades terapéuticas, etc resulta clave en ese sentido.