Comité de Acción Escuela Una,
con Debora Nitzcaner, Esteban Klainer, Paula Husni. Alejandra Antuña, Viviana Mozzi, por el Observatorio de Género y biopolítica – Escuela Una
Dentro de los Objetivos del Desarrollo del Milenio (ODM), sancionados por la ONU en el año 2000, el tercero es el Logro de la igualdad de género y «empoderamiento» de la mujer, término que significa el acceso a condiciones igualitarias de producción.
Es llamativo que este ODM es uno de los más difíciles de alcanzar, tomando el Informe 2012, donde su Secretario General Ban Ki-Moon plantea: «El objetivo de alcanzar la igualdad entre los géneros sigue sin cumplirse (…) alcanzar los ODM depende del empoderamiento de la mujer, de un acceso de las mujeres en condiciones de igualdad, a la educación, al trabajo, a la salud y la toma de decisiones».
Esto llevó a que en 2010 se creara ONU Mujeres, entidad que sancionó sus Siete principios para empoderar a las mujeres. ONU Mujeres y sus Principios son una respuesta para lograr el acceso a iguales condiciones que los hombres.
El psicoanálisis desde sus comienzos en la sociedad Victoriana, caracterizada por su rasgo patriarcal y represivo, abogó por los derechos de la mujer. Se inició con el estudio de los síntomas histéricos que «denunciaban» esa represión, y dio a la neurosis la posibilidad de decir lo que no podía ser dicho, abogando por poner en el discurso aquello que estaba reprimido en los síntomas: dio la palabra a las mujeres, los locos y los niños.
La histeria llevó a Freud a estudiar lo femenino a nivel del pasaje de la niña por las identificaciones y elecciones amorosas y sexuales infantiles –llamado complejo de Edipo– que luego marcan su vida y determinan un modo de satisfacción –llamada «pulsión»– muy diferente al hombre.
El psicoanalista Jacques Lacan continuó esta investigación, demostrando una diferencia fundamental en el modo de satisfacción pulsional -llamada «goce»- para aquellos que se inscriben del lado hombre o del lado mujer.
Además, estableció la diferencia, que algunos estudios de género utilizan, entre el género –o «identificación sexual»– y la «sexuación»:
Género: las definiciones de lo masculino o femenino cambian con las épocas, por ello las identificaciones sexuales infantiles son diferentes según cómo lo social las defina. Por esto, las modificaciones que la cultura, las familias, el lenguaje, produzcan sobre qué se define como hombre o mujer, tendrán consecuencias sobre los modos de subjetivación: una sociedad patriarcal producirá un rol determinado para las mujeres, una matriarcal otro y una sociedad democrática otro.
Sexuación: Lacan descubrió un modo de goce diferente para lo femenino y lo masculino. Al hombre lo situó con relación al modo de goce fálico, que implica la unión del goce con lo «simbólico» –el lenguaje trasmite de generación en generación toda una serie de determinaciones, deseos inconscientes, ideales, tradiciones, que tienen orientación patriarcal-. Este goce fálico está orientado por lo paterno y tiene ciertas características: es medible, cuantificable, localizado en una parte del cuerpo, y ordenado por una ley que indica lo posible y lo imposible.
A la mujer, la situó en relación con dos modos de goce. Por un lado también es fálico, pero además, tiene un modo diferente llamado Otro goce, con otras características: es opaco, no decible, ni cuantificable, ni localizable. Desde tiempos inmemoriales ese goce encarna lo que se llamó «el misterio de la femineidad».
Lacan demostró que lo no entendible del goce de los otros es el principio de la segregación: una mayoría que cree su propio goce como universal, normal, adecuado, segrega a una minoría que tiene otro modo de goce. Es el origen de la segregación de la mujer: el misterio de la femineidad que encarna el Otro goce, fue rechazado en cada sociedad, desde Oriente hasta Occidente.
Es un misterio no sólo para el hombre, lo es también para la mujer por ser enigmático para sí misma, y es rechazado también por ella, lo cual explica la aceptación histórica de la mujer a esa segregación.
Como a ese goce no se lo puede decir, Lacan decía que sólo se lo puede mal-decir: porque siempre se erra al intentar ponerle palabras, pero también se lo maldice, se lo rechaza. Esa segregación está en el principio de la violencia de género, desde sus formas sociales disimuladas hasta las formas criminales.
¿Qué utilidad tiene esto para el empoderamiento de la mujer?
El psicoanálisis investiga las diferencias que hombres y mujeres tienen en su modo de hacer lazo con otros y funcionar en sociedad: de trabajar, ocupar puestos directivos, estudiar, relacionarse con colegas, superiores, subordinados, con la familia, la política, los lazos afectivos, etcétera.
Diferenciando el género –modificable según identificaciones sociales–, de la sexuación –modos de goce y sus consecuencias–, el psicoanálisis investiga cómo el acceso de las mujeres a los medios de producción modifica lo que antes tenía una característica patriarcal. Miller lo llamó «feminización del mundo»: implica que otro modo de goce modifica lo social.
Esto es determinado por la caída de la sociedad patriarcal –la lógica del todo y la excepción- fundada en el régimen de Uno distinto y todos los demás iguales: la figura del dios, el jefe, el padre, se modificaron a partir del surgimiento de la ciencia y las revoluciones democráticas. Lacan lo llamó «declinación de la figura paterna», refiriéndose al ocaso, el atardecer de esa figura.
Pero esto trae un riesgo: la caída del padre no implica un avance de las mujeres, sino una mayor homogeneización, un borramiento de la diferencia de modos de goce. Esto no deja lugar a lo femenino, sino que la lleva, o bien a identificarse a lo masculino, o bien a rigidizar su posición en lo que Lacan llamó un «orden de hierro».
Lo femenino, en la medida en que su Otro goce no está determinado por las tradiciones e ideales que implican el goce fálico, tiene consecuencias psicológicas propias que el psicoanálisis investiga. Estas no son fijas, varían de una mujer a otra, pero funcionan como una orientación:
– más flexibilidad con relación a los semblantes de poder;
– menor necesidad de equilibrio y homeostasis, menor tendencia a la rutina;
– menor tendencia a la uniformidad y a la identificación grupal;
– mayor observación del detalle;
– prevalencia de los lazos afectivos, más respeto de las diferencias;
– uso democrático de la autoridad
– menor dependencia de bienes y puestos,
– más intrepidez: capacidad de asumir riesgos sin temor a la pérdida;
– capacidad creativa, menor sujeción a las normas tradicionales o preestablecidas;
– referencia a ideales singulares, menos masificados;
– defensa tenaz de lo que les es propio: hijos, familia.
Ellas muestran que la investigación del psicoanálisis sobre las consecuencias del goce femenino puede ser de utilidad para el empoderamiento de la mujer. Laigualdad de género puede beneficiarse mucho en la medida en que aloje estas diferencias. Si no las aloja, corre riesgo de llevar a la mujer a lo que ocurre en muchas sociedades: queriendo identificarse al hombre aplasta su modo de goce. El resultado es la «mujer fálica», con las implicancias sintomáticas que esto tiene: rigidización de sus caracteres masculinos, dificultades para las relaciones amorosas, pérdida de la creatividad, síntomas corporales, competividad exagerada, etcétera.
Lograr la igualdad respetando esas diferencias, sería un modo de plantear lo que en los Siete principios la ONU Mujer sitúa como «La igualdad es buen negocio», porque diferenciando igualdad y diversidad de género, demuestra cómo el acceso de las mujeres a los medios de producción modifica su funcionamiento: «La diversidad de género puede ayudar a las empresas a demostrar que la conciliación entre los intereses individuales y colectivos es posible». Adhiriendo a la búsqueda de igualdad, el psicoanálisis pone el acento en la diversidad de género produciendo modificaciones en lo social.
En conclusión, los estudios psicoanalíticos pueden colaborar en el empoderamiento de la mujer situando los rasgos que diferencian lo femenino y cómo esto modifica los modos de producción y los enriquece.
Entonces, nuestra propuesta para ONU Mujer: investigar conjuntamente las consecuencias del modo de goce femenino sobre sus modos de hacer lazo, de posicionarse en la empresa, a fines de lograr un empoderamiento de la mujer respetando sus diferencias.