La invitación que me hace la RPA, en el marco de la FAPOL, la tomo como una oportunidad para hacer un nuevo esfuerzo de formalización de lo que fue una experiencia realizada hace ya varios años, cuando iniciaba mi práctica como psicoanalista. La lectura que hoy hago de dicha experiencia, la realizo bajo la perspectiva a la que he sido convocada a trabajar, “El discurso analítico en la institución: resonancias e impasses”.
La institución y su demanda
Trabajé en una Villa Deportiva, institución en la ciudad de Medellín-Colombia, para deportistas de alto rendimiento. En este lugar se alojaban deportistas adolescentes, hombres y mujeres, provenientes de diversas ciudades del país, lo cual acarreaba para la institución dificultades relativas especialmente a la convivencia de estos jóvenes, que los encargados de administrar la Villa, no habían logrado resolver por las vías de la normatividad. Hasta ese momento, atribuían las dificultades a las diferencias culturales, dado que allí se reunían deportistas de procedencias culturales y geográficas muy heterogéneas; también lo atribuían a las rivalidades generadas por los pequeños grupos que se conformaban de acuerdo al deporte que realizaban (a la hora de un conflicto, los pesistas se unían para confrontarse con los atletas, por ejemplo). Es de subrayar también la dificultad para la institución, en cuanto a cómo hacer con la infracción frecuente de los jóvenes a las normas que intentaban regular expresiones de afecto y sexualidad.
Es este el contexto que causa un no saber en la institución y con ello una demanda que apunta a introducir un orden, una regulación, en los vínculos de los jóvenes y sus goces.
Tiempo de impases
El primer impase surge de tomar la demanda institucional en la vía del “para todos”. Me parece que es importante acoger y dar lugar a la demanda de la institución, en la medida en que ella da cuenta de sus límites e imposibilidades. El impase se produce cuando se la toma como un “para todos” y no se hace el giro de la misma hacia lo singular que hay tras lo universal, además de ser lo tratable, al menos en nuestra práctica. Fue un tiempo de desgaste, es lo que produce el ir en contravía de lo singular, implementando acciones (grupales o de atención individual) que, si bien privilegiaban la palabra en lugar de la norma, no por ello producían implicaciones subjetivas en lo que acontecía en esta vida institucional.
Un segundo impase se produce al dar valor de real a “la evidencia”. En el camino que buscaba salir del “para todos” para tomar la vía de lo singular, lo evidente se cruzó y extravió el hacer del analista. La e-videncia que encegueció la posición del analista, aparece en el cuerpo del deportista. Cuerpos que, por ser entrenados en ir más allá de sus límites, producen malformaciones particulares: malformación en los tobillos para patinadores, en las muñecas para los pesistas, … Esto era dicho y mostrado, más como insignia heroica que como causa de una división subjetiva.
Tiempo para empezar a alojar lo singular
Embarazos a repetición para los que el aborto más que una solución contingente se había convertido en un modo de planificación, lleva a una joven a consultar pues de nuevo estaba en embarazo; evento que interrumpía sus proyectos deportivos. Fue allí dónde lo que tuvo lugar, para mí como analista, fue el sujeto con su goce y su deseo y no el deportista de la institución. Se produce, de mi parte, la desidentificación del sujeto con el deportista, posibilitando otra respuesta a las demandas, aún cuando éstas tuviesen que ver con sus vidas de deportista: transferencias amorosas con sus entrenadores, fracasos repetidos en competencias, …
Para terminar, planteo como una posible dificultad para un analista en su hacer institucional: ¿Cómo pasar del “para todos” fundamento de la demanda institucional, a lo singular de cada sujeto?
Comentario
Oscar Zack
El texto de Claudia Velásquez ya desde su titulo vectoriza una dirección que inquieta a todo psicoanalista que desarrolla su práctica en alguna institución, y que en este caso se trata de algo muy especifico ya que se trata de una práctica en una Villa para deportistas de alto rendimiento. Lo específico en este caso es que estos sujetos que pertenecen a una elite, por así decir, en las disciplinas que están concernidos.
La institución en cuestión está habitada por hombres y mujeres que conforman un conglomerado heterogéneo que pone de manifiesto “dificultades en la convivencia”, es decir que se evidencia una dificultad estructural que se sintetiza en lo que llamaría, para esta ocasión, la disarmonía de las distintas formas de gozar. Disarmonía que visibiliza la impotencia del Discurso del Amo (los encargados de administrar la villa) por lograr un orden imposible de alcanzar frente a las rivalidades narcisistas. Cabe recordar que el S1 (agente que comanda este discurso) aspira a que las cosas se ordenen conforme a las normas. Dicho en otros términos: el desorden es la explosión del eje imaginario que se resiste a su dialectización por la impronta de lo simbólico.
A la conflictividad señalada se agrega la irrupción transgresora, como no podía ser de otra manera, a la normatividad que ilusoriamente pretende instituir una legislación que diga: ¡No a la vida sexual!
El goce sexual se resiste a ser normativizado por la burocracia institucional, burocracia que al parecer ignora que este goce es el goce del cuerpo propio aun en aquellos, deportistas de elite, para los cuales la perfomance de su actividad se sostiene, también, en el goce obtenido en la práctica de su disciplina. Ergo: con la sublimación no alcanza.
En el apartado Tiempo de impases Claudia pone a cielo abierto lo que denomina dos impases: en el primero ubica la conocida irreconciliabilidad y dificultad de convivencia entre el Discurso del Amo con el Discurso Analítico en los ámbitos institucionales. Esta dificultad suele tener como fundamento la imposibilidad lógica de, cito, “la demanda institucional en la via del para todos” con la demanda “singular” vehiculizada por un sujeto, que en tanto tal, está separado del conjunto. Lo que transmite es como las acciones que van a contramano de lo singular se muestran ineficaces para implicar al sujeto. Quizás hay que recordar que usar a la palabra como medio no alcanza para lograr implicancias subjetivas. Hace falta algo más.
En el segundo impase introduce un sgte a considerar: la evidencia, es decir lo que el deportista a través del exceso que se inscribe en el cuerpo da a ver, con una luminosidad tan intensa que “encegueció la posición del analista”. Hay que saber que el exceso de goce pulsional no suele promover la división subjetiva, sino que más bien se inscribe como un rasgo de carácter que es resistente a la misma. Si no se logra convertir a este, el carácter, en síntoma, la palabra emitida no será escuchada teniendo como destino ser enmudecida desde y por el yo, razón por lo cual no llegara a conmover la posición subjetiva del sujeto, es decir no tocara lo inconsciente.
Por último nos presenta una viñeta en la que se produce, embarazo indeseado mediante, algo que interroga a la sujeto como así también esa demanda permite a la analista escuchar al sujeto pudiendo así velar “la evidencia”. Una deportista no está inmunizada de vivir, de experimentar contingencias que den lugar al sujeto sintomático, al sujeto del inconsciente.
Por último y para concluir: para vehiculizar el “pasaje del para todos” a lo “singular” es imperioso que alguien ocupe la función deseo del analista. Condición necesaria pero no suficiente para intentar producir un sujeto permeable al discurso analítico. Oscar Zack junio 2021