Dilemas sobre el tiempo desde la eternidad

Por Miguel Reyes Silva

No siempre se filma una película desde el punto de vista de un fantasma, ocupar el lugar de esa extraña entidad supone necesariamente un artificio que combine lo espectral con lo material, condense los miedos más atávicos así como también conjugue ideas tan abstractas como la eternidad y la inmortalidad.

Algunos invocan la existencia de los fantasmas con el fin de comprender ciertas alteraciones inexplicables de nuestra cotidianeidad otros los requieren ante la imposibilidad para aceptar la radical desaparición de un ser querido y para muchos su creencia es una de las manera de atenuar la sensación de soledad.

En síntesis, la realidad del fantasma es siempre problemática, carece de una representación única y de un sentido unívoco, en definitva su estatuto es controversial.

Cuando recordamos películas como El sexto sentido (M. Night Shyamalan, 1999)o Los otros (Alejandro Amenábar, 2001) los fantasmas se revelan por una notable inversión de la perspectiva narrativa (plot twist) y de repente nos miran, nos sorprenden o nos asustan, adquieren formas humanas sin vida, pero en otras como en Personal Shopper (Olivier Assayas, 2016) mantienen un carácter espectral, un imaginario amorfo y difuso funcionando como canal de comunicación con los muertos. Sin embargo, todas esas modalidades de representación del fantasma -aunque con diversas formas- sostienen una mirada y un relato que habitualmente opera en clave de terror o suspenso y en todos los casos carece de autoconsciencia.

En A Ghost Story ( U.S.A, 2017) se trata de otra cosa, una historia de fantasmas despejada del miedo, más cercana al dilema existencial o al ensayo filosófico.

Este filme independiente de David Lowery que hoy está disponible en el catálogo de Netflix, cuenta las historias y las vidas de esta extraña entidad, se centra en su angustia, sus miedos pero sobre todo busca abordar su abismal soledad. Bajo su atenta y paciente mirada transcurren los ciclos y rutinas de los seres vivos atrapados en el tiempo por un presente eterno. Su autoconciencia sin embargo, no logra superar la impotencia de una voluntad incapaz para intervenir sobre la existencia y las decisiones de los vivos, especialmente de aquellos que son significativos. Así la existencia del fantasma trascurre en una dimensión radicalmente distinta a la configuración simbólica de los vivos.

La apuesta narrativa de A Ghost Story decide ubicarlo en el lugar del tiempo concebido éste mas como una categoría kantiana que como una realidad histórica, a su vez le sustrae su potencial amenzante y generador de miedo, junto con hacerlo invisible para los vivos. Sin embargo, estas peculiaridades y limitaciones son compensadas por la capacidad que tiene el cine para volverlo real ante la cámara. Por todo ello, es en la realidad de la ficción cinemática que el fantasma existe como tal, adquiriendo la representación quizás más infantil que se tenga, acaso la más inofensiva. Ya no se trata de ser un efecto de una proyección difusa del miedo, ni de una ilusión que conjura la muerte, su presencia aquí es material aunque habita un lugar irreal. Una dimensión atemporal, cercana a la eternidad que logra ser recreada en el espectador por decisiones argumentales y formales que lo fuerzan a sentir y experimentar el peso y el paso del tiempo. La utilización de varios largos planos fijos inusuales para el cine mainstream, obligan al espectador a ocupar un lugar por momentos similar al del fantasma, donde mudo observa la imagen de una nada ocurriendo en el tiempo.

Los aspectos formales de la imagen contribuyen a estos efectos expresivos. Una razón de aspecto de 4:3 (1.33:1) hace que el plano se asemeje a una diapositiva antigua. Con dicho recurso, la imagen adquiere una estética tipo vintage similar a la que entregan los antiguos televisores o se encuentran en las diapositivas que nos evocan reuniones familiares donde solíamos revisar escenas de nuestra infancia y donde súbitamente o por error aparecían imágenes de personas que ya no están, de parientes muertos.

La imagen cuadrada con los bordes levemente redondeados, nos introduce también dentro de un marco imaginario un tanto opresivo pero a la vez funcional para apreciar los desplazamientos de pocos personajes, a su vez permite la captura de diversos rincones y espacios de una casa donde siempre se siente la presencia de una atenta mirada que todo lo observa.

En cuando a la historia es más bien simple, una joven pareja que forman C(Casey Affleck) y M (Rooney Mara) viven juntos, algunos ruidos extraños aunque no demasiado molestos alteran su plácida convivencia y amorosa intimidad. Como muchas parejas se aman pero tienen sus diferencias. El conflicto que se advierte en una sutil latencia tiene relación a la casa donde viven, ella quiere cambiarse, el por el contrario se siente extrañamente vinculado a ese lugar. Ella acepta con mayor comodidad los cambios, él por su parte se resiste. En una conversación trivial, ella le ha confesado su costumbre de dejar pequeñas notas en lugares ocultos de las casas en donde ha vivido, viejas rimas o ideas sobre lo que dejó o sobre algo que le importó del lugar que luego abandonó. Todos estos elementos poco a poco organizan diversas composiciones sobre la dinámica afectiva en la que sostiene su relación amorosa.

Una noche los ruidos son más intensos que lo habitual, sin embargo, no se encuentra nada. La pareja vuelve a la cama, se miran con intensidad, se abrazan. Al poco tiempo, vemos un accidente de auto frente a la casa con una desgraciada consecuencia: Cha muerto.

Un plano fijo nos muestra a M frente al cadáver de su pareja cubierto por una sábana blanca, ella lo reconoce, le cubre el rostro y se aleja. La cámara permanece en ese lugar por un tiempo que se alarga, abruptamente vemos que la sábana se erige sobre la cama de la morgue: a partir de ese momento Cse ha convertido en un fantasma. La secuencia, aunque sobrenatural no genera miedo sino curiosidad y extrañeza. Inversamente a lo que ocurre para muchos deudos, aquí es el fantasma quien parece tener temas pendientes que resolver, por ello su presencia es más una necesidad de C que de M . Aquí ya notamos algo original respecto de los clásicos filmes de fantasmas donde su existencia obedece muchas veces a los deseos de los vivos para evitar una pérdida o son almas en pena que buscan venganza o castigo.

Pero ya sabíamos que a C le es difícil dejar los lugares y por lo visto también a las personas.

El fantasma de C no quiere irse, vuelve a la casa y sigue acompañando a Mpasan los días, el fantasma observa que M entra y sale de la casa, intentando seguir su vida, vive su duelo, hay momentos en que extraña a Cpero el fantasma impotente no puede conectarse con ella salvo por algunos libros que deja caer y por regular la intensidad de la luz eléctrica.

FinalmenteM hace lo que tenía planeado, abandona la casa y emprende su viaje no sin antes dejar una breve nota escondida entre las paredes de la casa. El fantasma curioso quiere saber su contenido pero la casa es rápidamente habitada por nuevos inquilinos. C , por supuesto, no los quiere y ocupará sus recursos de fantasma para espantarlos, rompe platos, interviene las luces etc.

A partir de ese momento, la película adquiere un tono cada vez más contemplativo y se vuelve más abstracta, nuevos temas son introducidos por otros personajes que circulan por la casa, se escuchan reflexiones sobre Dios, la memoria, la trascendencia, la muerte, como una especie de contrapunto verbal frente a la mudez del fantasma. Se trata de discursos que giran en torno a lo transitorio y a lo permanente, sobre el sentido final de nuestras obras o su más absoluto sin sentido, sobre el legado, el recuerdo y el olvido. Son palabras e ideas que funcionan como pensamientos como la actividad mental que podríamos atribuir al fantasma.

Antes, se nos muestra que el fantasma había establecido un peculiar contacto con otro fantasma que también espera algo en una casa vecina, pero al parecer ha pasado tanto tiempo que ya ni siquiera lo recuerda.

Pasado un tiempo la casa queda vacía y despoblada, oportunidad ideal para que el fantasma escarbe los muros con el propósito de extraer la nota escondida y conocer su contenido. Pero irrumpe una máquina pesada que destruye completamente la casa. Entre los escombros el fantasma de C se encuentra con el otro fantasma que al constatar que ya nadie volverá al lugar se desploma quedando solo una sábana sin contenido.

Nos enteramos que los fantasmas también mueren si no son para alguien, al parecer el vínculo entre lo humano y la vida del fantasma es total, ambos están enlazados.

La película se adentra en todas estas preguntas y generando sus propias respuestas por ello uno de los logros de este filme atípico y de narración pausada es su vocación metafísica, es un cine que se sirve de los fantasmas en su realidad material dentro de un filme para no evitar el no siempre fácil tema de la soledad tanto en la vida como en la muerte, el abandono, la pérdida, lo perdido o lo que queda, esta vez desde el lugar mismo de la eternidad.

Historia de fantasmas es finalmente un filme sobre la soledad del duelo amoroso pero también es una reflexión sobre esos extraños vínculos que tenemos con los lugares cuando nos resultan o muy familiares o no los podemos abandonar sin saber exactamente por qué. ¿Será que allí somos presos de un fantasma también? Pero que a diferencia del fantasma del filme que en tanto representación nos mira, se trate de una escritura particular donde se configura lo que vemos, lo que amamos y lo que no queremos o más bien aquello de lo cual no podemos separarnos.

En esos puntos hay alguna resonancia con la concepción psicoanalítica del fantasma, especialmente aquella que nos propone Lacan. A pesar que siempre conviene recordar que la elección de dicho término obedece a una opción de traducción del termino francés fantasme que remite a fantasía a diferencia de fantôme que si se refiere a dicha entidad. Sin embargo, la traductora al español, quizás con el fin de distanciarse de la tradición kleiniana, optó traducir fantasme por “fantasma”. No obstante, con el tiempo la comunidad analítica hispano hablante lo ha adoptado dentro del vocabulario psicoanalítico. Pero el fantasma que Lacan propone dista mucho de ser una representación imaginaria, se trata más bien de una escritura, una especie de fórmula del fantasma, más cercana a una frase a una escritura lógica desconocida para el yo, de ahí que en su matema sólo están el “sujeto” y el “objeto” en una extraña combinación de alienación y separación ( S/ barrado <> a ) donde se revela , si se lo sabe aislar y construir en una cura su preciso lugar en relación siempre al Otro y al objeto pulsional, constituyendo una respuesta posible frente al deseo del Otro y que de manera contingente permanece determinando nuestros deseos y dibujando nuestra realidad, como en un marco. Así, el fantasma es en cierto modo esa ficción lógica que soporta la ilusión de una relación al Otro para evitar así la soledad quizás del Uno que Lacan postula en “…o peor”

Pero, volvamos a nuestro filme y sigamos el recorrido del fantasma.

La errancia del fantasma

El fantasma de ha quedado sin casa ni domicilio, ignorante entonces de ese mensaje escondido en la casa que tanto demoró en dejar y que perdió, ahora al fantasma no le queda más que deambular sin dirección ni propósito.

El terreno vacío socavado por el hombre se transforma y surgen edificios y ciudades, es el futuro y su civilización, allí el fantasma no se encuentra cómodo, no es ya para nadie, desesperado entonces decide arrojarse desde lo alto de un edificio.

De pronto somos reconducidos al pasado histórico de ese territorio (Texas aparentemente), donde vemos a una familia de colonos que sueña con construir una vivienda, todo ello es observado también por el fantasma que mira con atención a las personas, escucha sus sueños, descubre que una niña también deja una nota bajo una piedra. Pero la familia no sobrevive a un ataque y muere, sus cuerpos poco a poco se convierten en osamentas, es el paso del tiempo contra la eternidad del fantasma.

El fantasma descubre entonces que puede trasladarse por el tiempo entre el pasado y el futuro participando de una temporalidad que claramente no es humana. Al parecer, es un fantasma de otra naturaleza a la de aquel tan atado a esa vida de pareja en esa casa. Es como si fuera el fantasma de la Historia como tal, ese que -como lo mostrara Walter Benjamin utilizando una metáfora pictórica- intenta sin éxito escapar tanto del pasado como de aquello que está por venir. Con su rostro atemorizado expresa una tensión con sus ojos desencajados su cuerpo y sus alas, con su cara vuelta hacia el pasado siguiendo el curso de los acontecimientos y fijando una mirada de horror y desesperación de aquel que al parecer no tiene salida.

Ese especie de testigo de la Historia, no fue para Benjamin un fantasma, en su amarga y predictiva reflexión sobre el futuro de Alemania y de Europa de comienzos del SXX toma la forma de un ángel atormentado a partir del Ángelus Novus que adquiriera en 1921 al pintor Paul Klee.

El fantasma del filme de David Lowery, es más apático que el ángel de Benjamin, circula con nostalgia y como un peregrino va siguiendo algún propósito, además es sólo una sábana blanca con los ojos tapados, lo cual no le impide convertirse en mirada ni evidenciar en sus pliegues sucios y percudidos el paso del tiempo.

Una elipsis temporal nos muestra que fantasma habita una casa que nos resulta conocida, se escuchan las voces de los nuevos propietarios, son C yM, caminan por las habitaciones, y volvemos a visitar las escenas del comienzo del filme pero esta vez desde la mirada de otro fantasma donde se nos revela que siempre ha estado con ellos y de alguna manera resiente su inminente partida, el fantasma por alguna extraña razón evita la soledad, necesita de los humanos porque son los humanos los que lo hacen existir, cuando advierte su partida se ofusca y se hace presente a través de los ruidos, pero ello no fue suficiente para detenerlos.

Sus decisiones y recorridos dan cuenta de una suerte de meditación continua del fantasma sobre su propia realidad, una especie de cogito del fantasma que nos llevan a plantearnos preguntas como ¿Es su existencia autónoma y trascendente a los recuerdos o está condenado a ser solo una extensión de la memoria de los vivos?, ¿Tiene el fantasma la capacidad de auto eliminarse o depende para ello de otra voluntad?, ¿Puede haber una muerte de lo que ya murió?

Pasan los días y ahora la escena se completa, vemos dos fantasmas en la casa, uno presuntamente sería el de Cy el otro lo suponemos como “El” fantasma en tanto arquetipo en tanto forma perpetua y atemporal.

Por fin uno de los fantasmas puede leer el mensaje escondido en la casa, pero ese momento inesperadamente coincide con su desaparición, volviendo la escena extremadamente íntima incluso dejando por fuera al espectador que nunca sabrá el contenido.

Pareciera como si el mensaje era sólo para el fantasma y no para nosotros, resultando una decisión narrativa sorprendente pero muy coherente con el filme, pues las pérdidas y los dolores son muy particulares, no hay empatía al respecto ni menos ilusión de comprensión.

La posibilidad de saber quien o qué fuimos para otro a veces permite dejar de seguir esperando, incluso detener una búsqueda eterna. Es cierto que ese saber no nos hace desaparecer como el fantasma del filme, pero su articulación, incluso su invento permite muchas veces comenzar realmente a vivir.

Algo similar nos sugiere el enigmático cuadro de Magritte “La invención de la vida” y que perfectamente podría corresponder a un fotograma de Historias de fantasmas. Allí, dos cuerpos comparecen de pie sobre un paisaje, un fantasma con una sábana blanca aparece al lado de una mujer que nos mira con cierta tristeza. Desconocemos si sabe que a su lado la acompaña un fantasma, ni qué relación tiene con él. Y por paradójico que parezca haber titulado ese cuadro “La invención de la vida” incorporando a través del fantasma algo de la muerte. La vida no es algo dado, requiere ser inventada permanentemente. En cada momento se trata justamente de descubrir y develar esos fantasmas, como una metáfora de eso que está escondido dentro de la realidad o a nuestro lado. Atravesar y levantar ese velo si bien supone una ganancia de saber al descubrir la naturaleza de eso que camina junto a nosotros, al mismo tiempo implica asumir el riesgo de seguir el camino solo. No cabe duda de que la decisión es aquí ética y tal como nos señala Lacan, hay siempre una dimensión de soledad en un acto, especialmente si se trata de uno verdadero.


Ficha técnica: A Ghost Story. Dirección: David Lowery. Guión: David Lowery. Fotografía: Andrew Droz Palermo. Montaje: David Lowery. Música: Daniel Hart. Reparto: Rooney Mara, Casey Affleck, Rob Zabrecky, Will Oldham, Liz Franke, Sonia Acevedo. País: Estados Unidos. Año: 2017. Duración: 87 min.

Disponible por la plataforma Netflix.


NOTAS

  1. Psicoanalista asociado NEL- Santiago, responsable del Seminario “Cine y Sueños” actividad de la Red de Cine y Psicoanálisis (FAPOL), mreyesnet@gmail.com.