En un salón del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación de Bogotá, varias mujeres, acompañadas por algunos hombres y niños, cosen una colcha de pequeños retazos bordados con escenas del territorio que se vieron forzadas a abandonar. Son bordados de casas, montañas, ríos, sol, flores, animales, que hacen con recortes de tela cocidos sobre la tela del fondo o dibujado con hilos de colores. El propósito es hacer una gran colcha para a-rropar el Palacio de Justicia de Colombia como un acto simbólico de reparación por el maltratado sufrido al que el país ha estado sometido por largo tiempo.
La idea de hacer la colcha vino de una mujer desplazada del Putumayo que en un proceso de duelo, tomó la ropa de sus cuatro hijas asesinadas por paramilitares, las volvió retazos y las cosió en una colcha. Veinte mujeres desplazadas de diferentes territorios del país y de diversas organizaciones decidieron reunirse en un costurero abierto para coser el país hecho pedazos, como un acto de reconstrucción y esperanza de vida. Ellas están empeñadas en hacer ‘Kilómetros de vida y de memoria’, kilómetros que nombren el largo recorrido del desplazamiento y la búsqueda incansable de sus desaparecidos.
Lo femenino, entendido como lo imposible de negativizar, no gira en torno a alguna centralidad, sino que, como lo propone Leonardo Gorostiza, configura un red que resulta del anudamiento de uno y otro. En costurero, que es una tradición ancestral, las mujeres se reunen en torno a coser tejidos que contienen la vida. En este caso, se trata de un costureo abierto que reúne a una mujer y a otra y a otro, para coser una colcha, para unir uno y otro fragmento, para escribir con puntadas que se suceden en un tiempo pausado, cada una de las historias que bordean el sin sentido de la guerra y de la muerte, el agujero de lo sin palabras, del horror vivido.
El costurero-red que resiste al horror y a la muerte y que opera a modo de honras fúnebres y duelo, se despliega en tres significantes que se ramifican en actos de vida: Coser, bordar y a-rropar.
Coser viene de la palabra latina consuere, unir una cosa o pieza con otra, y se conforma con el prefijo con (conjuntamente) y el verbo suere (coser). El verbo suere viene de la raíz indoeuropea Syu- (ligar, coser), que en griego se corresponde con la palabra hymen (membrana de donde proceden himeneo e himenóptero).
Con el bordar se busca fijar la escritura de historias vividas, repetidas una y otra vez que recreadas desde un registro imaginario, tratan de fijar algo de lo perdido, de recuperar la huella de los pasos andados, de dar sosiego a los pasos sin andar, mediante la acción constante de bordar y bordear el agujero que no se logra llenar, pero que se convierte en la fuerza que las reúne.
A-r-ropar, conlleva la paradoja de cuidar, cultivar, resguardar la vida, al modo de cubrir, y a la vez, el a introduce el sin, sin ropa, el mostrar, el dar a ver la justicia rota, mediante el gesto de cubrir el Palacio de Justicia Nacional incinerado en dos ocasiones, pero también se convierte en modo de reconstruir sus cuerpos.
Reunirse en costurero abierto para coser una colcha de retazos con escrituras bordadas con hilos de las memorias, configura un nuevo lazo, trenzado con lo que allí se reúne, materializado en el objeto colcha que contiene un cuerpo que resiste el embate de la muerte mientras insiste en bordear lo que no cesa de no escribirse.
Referencias:
-.Diccionario etimológico. http://etimologias.dechile.net/
-.Gorostiza, L. “El goce femenino en el siglo XXI”. Entrevista a Leonardo Gorostiza, realizada por María do Carmo Batista para la Carta de São Paulo.», realizada los días 25 y 26 de noviembre de 2011. Publicada en la Carta de São Paulo de septiembre-octubre de 2011 y posteriormente, en El Caldero de la Escuela (EOL) N° 17, año 2012.15 de junio de 2013
-.Lacan, J. Seminario 25. Clase 12. 9 de mayo de 1978. Versión Online.