En 1925 Hollywood se acercó a Freud para la realización de un gran proyecto: la filmación de las historias de amor más importantes de la historia de la humanidad a partir de Antonio y Cleopatra. El productor cinematográfico Samuel Goldwyn, dueño de la Metro, le ofreció a Freud cien mil dólares para participar en el proyecto, sólo como consultor pero éste rechazó la oferta y declinó encontrarse con el empresario. La proposición era llevar la teoría del psicoanálisis al cine. Freud se mostró reticente a esta oferta y le respondió: Mi principal objeción radica en que no me parece posible hacer de nuestras abstracciones una presentación práctica que tenga algún valor: No se puede pretender que demos nuestro beneplácito a algo insípido. El breve ejemplo que me menciona usted, la presentación de la represión por el medio indirecto de mi comparación de Worcester parecerá más ridículo que instructivo. El padre del Psicoanálisis se refiere al ejemplo de las Cinco conferencias donde aludió a la insistencia del deseo representado en un intruso que no puede acceder a una sala de conferencias porque un guardia de seguridad se interpone entre él y puerta. A partir de ese obstáculo, el revoltoso hace todo lo posible para ingresar, aún por la ventana. Freud sostenía que este caso, llevado al cine, podía banalizar los conceptos psicoanalíticos y su aplicación iba a ser tomado de manera poco seria. No estaba tan equivocado. Finalmente, aquella película se realizó con la colaboración de Abraham y de Sachs pero sin Freud, resultando la primera película que se filmó en relación al psicoanálisis. Su título en español fue (por los designios de un distribuidor y su comercialización posterior) El misterio de un alma, (1926) y estuvo dirigida por Georges Wilheim Pabst, uno de los pioneros del expresionismo alemán destacó singularmente que se había destacado entre los directores que cultivaron el nuevo realismo. La película cuyo título original es Geheimnisse einer Seele, relata la historia de un profesor en química (Werner Krauss) quien sufre una neurosis. Se entera de que el primo de su esposa, un joven elegante con quien jugaba en la niñez, ha anunciado su vuelta de la India.
Bajo el impacto de esta noticia y algunos otros sucesos, el profesor se angustia por un sueño donde los recuerdos que se refieren al primo se mezclan con escenas confusas que denotan su deseo de ser padre. El sueño culmina con la tentativa de apuñalar a su esposa con una daga. Al día siguiente está poseído de un temor inexplicable a tocar cuchillos y esta fobia lo hace actuar de manera tan extraña, que su esposa y el primo se inquietan profundamente. Su propia desesperación llega a un punto culminante cuando, a solas con su esposa, apenas puede resistir la tentación de cometer el crimen anticipado en el sueño. Huye de su hogar para ir a casa de su madre durante el tratamiento. La película presenta una serie de sesiones centradas en la narración del profesor: fragmentos de sus sueños alternan con variados recuerdos y a veces se ve al psicoanalista escuchando al narrador o aportando sus explicaciones. Bajo su guía, los elementos del rompecabezas se ordenan comprensiblemente. Durante la infancia, el profesor estaba celoso del franco interés de su futura esposa por su primo. Los celos le engendraron fuertes sentimientos de inferioridad que, después de casarse, le hicieron sentir una especie de impotencia que generó una conciencia de culpa que, un día u otro, debía manifestarse en un acto irresponsable. El tratamiento termina con el saludable choque que él experimenta al reconocer las fuerzas inconcientes que han tenido aprisionada a su mente. Libre de estas inhibiciones, regresa su hogar.Los críticos de cine de aquella época han calificado a este largometraje como una hábil mezcla de película de ficción con documental. Mucho más tarde, en 1958, el realizador cinematográfico americano John Huston le encargó a Jean Paul Sartre un guión sobre la vida de Freud donde, además, debía poner el acento en la época en que se descubrió el inconciente. El cineasta manifestó que “quería concentrarme en el episodio inicial del descubrimiento del inconciente, como si se tratara de una intriga policíaca”. Sin embargo, el larguísimo guión que entregó Sartre resultó inútil para Huston y finalmente Charles Kaufman y Wolgang Reinhart concentraron su visión en los muchos años que Freud le dedicó a su teoría sobre el inconciente.
Los críticos emitieron opiniones diferentes sobre Freud que, para atraer más público, fue bautizada con un subtítulo en castellano, La pasión secreta. Un cronista del New Yorker calificó la elección de Montgomery Clift para el papel de Freud como un error fatal. Dijo: Ese joven judío, sombrío, que vivía en la Viena de finales del siglo pasado, no tiene nada que ver con ese joven y bello americano de los años 50/60. A pesar de la barba negra y del bonito vestuario, el señor Clift no deja de ser un chico americano. Anna Freud, escribiendo desde Londres, repudió la película en el momento del estreno: Según nuestra opinión, este film no refleja ninguna verdad científica ni histórica acerca de la persona y de su trabajo, contrariamente a las pretensiones de sus productores.
El cine es un lenguaje más que el psicoanálisis puede utilizar. El archivo de las imágenes del cine ofrece a los analistas un registro único que no se puede dejar de ver ni de tener en cuenta a la hora de alimentar la técnica analítica. También está en nosotros, analistas, saber utilizarlo.