por Marita Hamman

El 27 de marzo último el Bureau de la FAPOL reunió al conjunto de los coordinadores de los Observatorios con el objeto de relevar el estado de las cosas y definir una política. Una larga y tendida conversación tuvo lugar, de la que a solicitud del Bureau extraigo algunas coordenadas que, por su resonancia, me ha parecido importante retener.

La primera de esas cuestiones es estar advertidos de la posibilidad de recaer en cierta desconexión del trabajo que se realiza del contexto en que se encuentra o de las actividades de la Escuela al que remite. Conviene, pues, tener presente los objetivos, los medios y la táctica a desarrollar para estar a la altura de nuestra tarea.

Los Observatorios aspiran a constituirse como referentes en lo social cuando, por ejemplo, de la instalación de una política o Ley se trata. Es su propósito intervenir en las cuestiones de orden social que nos afectan y, en lo posible, generar un impacto. Los temas son diversos, pero todos involucran las encrucijadas de la época: la evaporación del NP, la proliferación de lo múltiple del que los movimientos LGTBQ+ son el culmen, la expansión del mercado de la ciencia y el retorno de lo forcluido en el contragolpe autoritario de la mano de la religión.

Si bien los Observatorios tienen en su mira una acción concreta, política, no necesariamente está toda en sus manos, aunque guardan allí una responsabilidad. En líneas generales, la dimensión política concierne a Zadig y la acción a las Escuelas, pero, también, los medios están en función de las circunstancias. Así, puede tratarse de la mediación directa en una institución con la que se mantiene un lazo, de la participación en la red Zadig, de la intervención en algún evento de las Bibliotecas locales, de la contribución activa con un pronunciamiento de la Escuela o de la organización de conversatorios y publicaciones. Desde luego, estas movilizaciones, por modestas que fueren, apuntan a la construcción de un lazo transferencial, sin el cual poco sería posible.

En cuanto a su modo de trabajo, el eje epistémico y el clínico no carecen de relevancia. Importa afinar una sensibilidad que capte algo en el tejido social y, a partir de allí, forjar una lectura en términos analíticos capaz de extraer la lógica que sustenta la lengua del Otro, partiendo de sus argumentos para alcanzar sus fundamentos, de modo tal que sea susceptible de compartirse y de incidir en la opinión. Es decir, que el eje político no puede ser soslayado.

En palabras de Miller, el Campo freudiano -del que FAPOL y sus Observatorios constituyen un brazo significativo- debe estar atento a las cuestiones de orden clínico que irrumpen en el debate público, de modo que no nos encontremos desprevenidos ante hechos que tienen una importante incidencia social y mediática[1], especialmente allí donde contamos con las herramientas para intervenir contra la segregación y en defensa de los principios que nos orientan, sosteniendo “el comentario continuo del movimiento psicoanalítico”[2].


NOTAS

  1. Cf. J.-A. Miller, « La conjoncture actuelle du débat public en France, vue de la rédaction de Lacan Quotidien », Paris, le 2 avril 2021, no publicado.
  2. Ibid.